22/3/13

LOS POLÍTICOS Y SUS PROMESAS









Los romanos, cuando querían manifestar que no se fiaban de la palabra de alguien expresaban el dicho siguiente: “Verba volant sacripta manent”, que puesto en castellano significa: “Las palabras vuelan, los escritos permanecen”. En nuestra lengua tenemos una expresión parecida: “Callen canas y hablen papales”. Con ambos términos, tanto los antiguos romanos como los actuales hispanos queremos decir que confiamos en que algo se cumpla si queda por escrito.

Posiblemente los romanos no estuviesen equivocados y tuvieran la certeza de que lo que estaba escrito llegaría a feliz término, puesto que los firmantes del mismo cumplirían lo comprometido en el documento. No nos ocurre lo mismo a los españoles con las promesas de nuestros políticos.

Estos, cuando inician las campañas electorales y toda su actividad se centra en una desmesurada avidez por conseguir el voto de los ciudadanos que transporte a muchos, desde la mediocridad o nulidad, hasta el poder y las prebendas, prometen, prometen, hasta que consiguen su propósito.

Una vez obtenido éste, se olvidan de todo lo que le han ofrecido al pueblo y sólo van a su avío y provecho y como se dice en la expresión popular: “Si te he visto no me acuerdo”.

Claro que nos han visto, nos han solicitado, nos han requerido, nos han importunado y hasta nos han hastiado con su afán desmesurado por obtener el mando que es sólo lo que les interesa.

¿Qué ocurrió con lo que tan machaconamente nos habían brindado? Pasó a la esfera de lo irrealizable, de lo incumplible de lo no factible, en una palabra, que nos utilizan a los ciudadanos según su conveniencia, sin ánimo ni propósito de satisfacer nuestras necesidades que es lo que nos prometen en sus programas electorales.

A lo largo de los años de democracia reciente que vivimos los españoles, pocos ofrecimientos hechos al pueblo por los políticos hemos visto que hayan llegado a buen puerto.

El falaz Tierno Galván decía que las promesas de las campañas electorales eran para no cumplirlas, desconsiderando y despreciando absolutamente a los ciudadanos a los que ofendía en su dignidad, ya que éstos les otorgan su voto a los políticos confiados en que llevarán a cabo lo que tan insistentemente prometen.

Haciendo memoria recordamos aquel famoso: “OTAN de entrada no”, pronunciado constantemente por Felipe Gonzáles y que, como entramos el ella, la agudeza del pueblo transformo en: “OTAN de entrada no, pero de salida tampoco”.

Desde este ofrecimiento hasta nuestros días ha sucedido un largo rosario de promesas quebrantadas y compromisos no cumplidos. No vamos a desgranar ahora cada oferta electoral hecha al pueblo y que, una vez conseguidos nuestros votos, los políticos no han cumplido.

Recordemos algunas de las más recientes y que más nos afectan a los ciudadanos, sin ánimo de ser exhaustivos y mencionar todas:

Nuestros mendaces políticos nos prometieron que la sanidad y las pensiones de los jubilados eran líneas rojas que no traspasarían nunca. También dieron su palabra de que doce de los vocales del Consejo General del Poder Judicial, de acuerdo con la Constitución serían elegidos entre los jueces y por ellos mismos.

Son simplemente tras botones de muestra de las muchas promesas incumplidas.

Los dos primeros, bien está que achaquen su inobservancia a la situación económica y a la herencia recibida, pero el tercero, así como otros más, no tiene que ver con el momento crucial que está atravesando nuestra Patria, es solo cuestión de voluntad que nuestros gobernantes sólo tienen para lo que les interesa. No quieren abandonar la opresión que ejercen sobre la Justicia, porque no desean que ésta sea independiente, sino que esté continuamente sometida a su férula, ya que son los jueces y sólo éstos los que con la Ley en la mano, pueden pedir responsabilidad a los políticos y juzgarlos según las tropelías y desmanes que cometen.

Hay dos casos, que recordemos, en la Historia en lo que los monarcas han sido juzgados y condenados por los jueces y consiguientemente ejecutados según la Ley.

Se trata de Carlos I de Inglaterra que fue decapitado el 30 de enero de 1649 y Luis XVI de Francia que también corrió la misma suerte el 21 de enero de 1793.

No entraremos en lo justo o injusto de su muerte, simplemente queremos resaltar que fueron los jueces quienes los condenaron.

Nuestros políticos no es que teman ser ejecutados según los atropellos que cometan. ¡No se llegaría a tanto! Temen que haya una Justicia que no esté sometida a su arbitrio e interés y que, llegado el caso, les aplique la Ley por las tropelías (malversación de fondos públicos, tráfico de influencias, nepotismos, y un largo etcétera) que llevan a cabo y de las que estamos saturados los españoles.

Queremos recordarles a éstos lo que hace mucho tiempo llevó a cabo un político y general romano por cumplir la palabra dada no a sus electores, sino a sus enemigos.

Marco Atilio Régulo, general romano y cónsul, luchó contra los cartagineses en la primera Guerra Púnica; vencido por éstos en el 256 a.C, le propusieron que marchase a Roma a negociar las condiciones de paz e intercambio de prisioneros ante el Senado, si antes daba su palabra a los que le habían vencido de que regresaría, aunque el Senado rechazase las estipulaciones.

Marco Atilio, aunque no aceptaba las propuestas de los cartagineses, se comprometió a volver, a sabiendas de que lo condenarían a muerte. Ciertamente así sucedió. Expuso al Senado romano las pretensiones cartaginesas y manifestó que no estaba de acuerdo con ellas, aconsejando que fuesen rechazadas. Así lo aceptaron los senadores y el general romano, para cumplir el compromiso dado, y en contra del deseo de sus amigos y familiares que le aconsejaban que no volviese a Cartago, regresó a esta ciudad. La muerte que padeció fue horrible, pero cumplió su promesa.

Nuestros políticos no morirán por llevar a cabo lo que nos ofrecen a cambio de nuestro voto, pero sí le pedimos a todos que no nos engañen más.





Manuel Villegas Ruiz













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