22/7/10

¿ZAPATERO? O TUERCEBOTAS

La Sátira es un género literario que, aunque no lo asegure, pienso que tiene sus inicios casi en los albores de la Humanidad, cuando los seres humanos descubrieron las carencias y defectos de los que convivían con ellos y decidieron ponerlos de manifiesto ante los demás, con un humor más o menos ácido. No quiero hacer mención de los grandes satíricos que, en todas las culturas, han dejado constancia de su ingenio, exponiendo ante los demás lo que, a ojos vistas, era un defecto o una deficiencia de cualquier conciudadano, sobre todo si se trataba de un poderoso. Era la única arma que tenían para criticarlo sin que les fuese la vida en ello.
Por lo tanto, lo que a continuación manifiesto, considero que se encuentra dentro de este género literario y, como una manifestación más del mismo, hay que tomarlo


Desde los tiempos más remotos de la Humanidad y todavía en algunas culturas se ha considerado que el nombre con el que se designaba una persona o una cosa contenía la esencia del mismo. De forma que había una correspondencia tal entre el nombre y la cosa nombrada que hacía que ambos constituyesen un todo inseparable. Por eso, en muchos pueblos, las personas tenían un nombre con el que eran conocidos por los componentes de la tribu y otro, el que contenía la esencia del que lo poseía, reservado sólo para la familia íntima y el clan.
El primigenio motivo de esta dualidad nominal tenía su razón de ser en que si alguien conocía el nombre íntimo de una persona podría apoderarse de su esencia, es decir, llegaría a tener ascendencia sobre la misma y, por lo tanto, un poder con el que la dominaría, puesto que lograría penetrar en la naturaleza misma del nominado.
Podemos colegir, por tanto que, para los pueblos primitivos, los nombres no eran meras etiquetas para designar personas o cosas, sino que estaban impregnados de su esencia, de tal suerte que significante y significado estaban íntimamente unidos por una relación necesaria, no de arbitrariedad.
Una cosa semejante ocurría con los seres inanimados y animados. Ambos solamente tenían un nombre que designaba su naturaleza. En el Génesis se nos dice que Dios, después de haber creado a Adán, hizo desfilar ante él a todas las criaturas vivientes para que les diese nombre. Éste debería de corresponderse con las cualidades generales y particulares de cada creatura irracional y, por lo tanto, contener su esencia.
Posiblemente sea una hipótesis muy aventurada considerar que este fue el origen del nacimiento de los motes que, en principio eran los sobrenombres con los que se designaban a determinadas personas y que significaban un oficio, peculiaridad, cualidad o condición de las mismas, es decir, una característica accesoria de ellas y, el nombre que contenía su esencia, quedaba para uso restringido de la familia.
Estos motes o sobrenombres, en muchos casos, han pasado a ser apellidos, tras haber sido asignados al paterfamilias que dio origen al linaje porque era profesional de un determinado oficio.
Así ocurre con los apellidos Carnicero, Panadero, Herrero, Carpintero, Zapatero y otros muchos más.
Prestemos atención a este último. No sólo se corresponde con un oficio determinado sino que también puede designar otras muchas cosas.
Por ejemplo, se conoce como zapatero a un determinado árbol de madera no muy apreciada que se expande por el sureste de Méjico y de América central.
Yo conozco a una persona llamada Zapatero que pienso que su madera tampoco es muy apreciada, por lo menos esa es la impresión que me dan los que lo mencionan, cuando se refieren a su inconsistencia, volubilidad e inconstancia en mantener su palabra y sus promesas.
Hay un insecto muy común llamado zapatero que se encuentra en la superficie de las aguas dulces europeas y que hemos podido contemplar en cualquier lago, charca o fuente con sus largas extremidades posadas sobre el líquido elemento sin hundirse y desplazándose como si patinara.
Es un curioso animalejo con el que yo, en mi infancia, me he distraído mucho y que para mí era un misterio que caminase sobre el agua sin hundirse.
También el Zapatero que yo conozco tiene cierta similitud con dicho bichejo. Ya hemos dicho que éste se traslada como si patinase por la superficie del agua y sin jamás hundirse. Pues bien el Zapatero al que me refiero tiene también esas cualidades. Desde luego yo aún no lo he visto caminar sobre las aguas, pero para él no hay nada imposible, todo se andará.
Sí estamos saciados de contemplar como sobrenada, sin ninguna vez sumergirse, por los arduos problemas y las ocasiones peliagudas que cada día se le presentan. Posee la rara facultad de estar sobre el bien y el mal. Su palabra es infalible y todos están equivocados menos él. La verdad absoluta está solamente reservada para él.
Posee la rara habilidad de efectuar un aserto y a continuación el contrario, sin sonrojarse y manteniendo que los dos son verdaderos, pero él nunca se equivoca, los errados son lo demás. Se asemeja en su esencia al referido animalito porque sale indemne de todos los charcos en los que se mete, aunque bajo la superficie acuática se encuentren todas las tropelías, contradicciones, errores de bulto y un largo etcétera que él en su, a veces, atrevida ignorancia, se haya podido ver involucrado.
Otro animal al que se la aplica dicho nombre es al que comúnmente conocemos con japuta, palometa negra, castañola o castañeta. Éste se extiende desde las aguas frías de Atlántico Norte hasta Marruecos y también tiene su hábitat en el Mediterráneo. Es, como todos los peces, frío y escurridizo, difícil de coger con la mano por la viscosidad de sus escamas.
Su carne es muy sabrosa y se puede preparar de distintas maneras, para mí, todas agradables.
El Zapatero al que me refiero también tiene semejanza con dicho pez marino. Ha nacido cerca del Atlántico. Es escurridizo como él. Si alguien le demuestra que ha caído en una contradicción de sus mismas palabras, tiene la curiosa maña de no darse por aludido y evadirse de la cuestión que le planteen como si tal cosa.
En lo que creo que no tiene concomitancia con el mencionado pez es en lo sabroso de la carne de éste. No creo que el Zapatero que conozco sea comestible. Además la antropofagia está penada por la Ley y no le recomiendo a nadie que se atreva a hincarle el diente, pues quizá pudiese inficionarse.
Otra acepción de la palabra zapatero es la que empleamos para designar el mueble en el que guardamos ordenadamente los zapatos.
No creo que exista mucha coincidencia entre la persona a la que aludo y el fin para el que se emplea dicho mueble. Éste sirve, como he dicho, para tener en organización el calzado que poseemos.
Me da la impresión de que el otro Zapatero, por la forma en la que hace sus aseveraciones y, a renglón seguido, dice lo contrario de lo que anteriormente ha postulado, no tiene sus ideas bien estructuradas ni la cabeza amueblada adecuadamente, por lo que considero que no sirve para este uso.
Pero para mí gusto particular la palabra zapatero que evoca tiempos de mi niñez es la del artífice en el sentido prístino de la palabra latina de artista o artesano.
Un tío mío era de este gremio de artistas. Yo, de niño, me maravillaba cuando lo contemplaba tomar medidas de los pies de los clientes y confeccionar, a partir de unos trozos de cuero, magníficos zapatos de hombre o de mujer.
¡Con qué habilidad dibujaba, trazaba, cortaba, cosía, ahormaba y finalmente presentaba una verdadera obra de arte!
Este Zapatero al que me refiero ha mal vertido o degradado su apellido porque no es el artífice que todos esperaban que fuese. Es una persona que puede defender dos cosas contrarias a la vez. Cambia de opinión según sopla el viento o le dictan otros individuos. Tiene el peor defecto que un ser humano puede poseer: el de querer complacer a todos. Hay un dicho que reza: “Quien a todos quiere agradar a ninguno satisface”.
Es una desgracia para su país, pero continúa en su torre de marfil y considera que los equivocados son los demás, que él solo posee la verdad.
¡Líbrenos Dios de los que se consideran depositarios únicos de la verdad absoluta!
Hay otra palabra que no debemos confundir con zapatero y es la de tuercebotas.
El significado de la misma es bastante peyorativo ya que en el diccionario de la Lengua Española de Espasa Calpe del 2005 significa persona sin importancia, pelanas o ser que no tiene significación alguna.
También se denomina así al jugador de fútbol que destaca por ser un estorbo para su equipo.
Se emplea para designar a aquellos a quien nadie toma en consideración y que carecen de relevancia, es decir que son insignificantes, que no tienen importancia, o trascendencia.
Creo que la persona que conozco es más bien un tuercebotas que un zapatero.

14/7/10

¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!

Refiere García de Valdeavellano que, conforme iba avanzando la Reconquista y se constituían nuevos núcleos de población, cuando éstos tenían que resolver un problema que atañese a esa comunidad, todos los vecinos, a “campana tañida”, tenían que reunirse, normalmente los domingos después de misa mayor y por costumbre ante la puerta de la iglesia, para que cada uno diese su opinión de cómo había de solucionarse la contrariedad que a todos afectaba y, en común, tratar de hallar la solución al problema.
Lo curioso y más importante del caso, nos sigue contando el historiador referido, es que aquél que no concurriese a la reunión, era reo de una multa, porque no intentaba ayudar a remediar la dificultad que aquejaba a la comunidad.
Este fue el comienzo del ayuntamiento o, permítaseme la palabra, ajuntamiento, dado que todos los vecinos se juntaban, ayuntaban o unían para resolver un problema común.
A eso podemos llamar auténtica democracia, pues ésta no es más, a grandes rasgos, que el gobierno del pueblo por sí mismo.
Aunque, con el tiempo y dados que los problemas de las poblaciones se fueron haciendo cada vez más complejos, no hubo más remedio que encomendar la tarea de la solución de los mismos, a determinadas personas, más influyentes o sobresalientes para que hiciesen frente a ellos.
Esta forma de reunión “a campana tañida”, se conservó a lo largo de los años casi hasta el siglo XVIII.
Concretamente tengo documentado que Fernando el Católico en 1511 y 1520 se dirige a Córdoba, con motivo del encabezamiento de ciertas rentas, y dice a su corregidor que el pueblo se reúna “a campana tañida” para que tomen éstas por dicha modalidad.
Con esto pretende el Rey que todo el pueblo participe en una determinación tan importante y de tan gran repercusión en la ciudadanía que se va a ver afectada por una modalidad determinada de pagar los tributos a la Corona.
No estoy refiriendo un suceso de la Arcadia Feliz. Cuento lo que me ha enseñado la Historia y que sucedía en nuestra querida Patria no hace tantos siglos.
¡Cómo han cambiado las cosas! ¿Qué figuramos los ciudadanos en el gobierno de nuestra ciudad? Solamente se cuenta con nosotros cada cuatro años para que elijamos, dentro de unas listas predeterminadas a aquellos que tendrán que resolver nuestros problemas.
Una vez votados, después de habernos pedido tozuda y machaconamente nuestro voto, da la impresión de que nos vuelven las espaldas y ya no nos consideran útiles hasta que no lleguen las próximas elecciones en las que nuevamente nos solicitarán que los escojamos.
Lejos de mí pedir que el gobierno municipal vuelva a los siglos pasados y los habitantes de la ciudad nos reunamos a campana tañida, a convocatoria radiofónica o por Internet, para participar en las decisiones importantes que nos afecten.
Lo que si considero que sería bueno para todos los ciudadanos es que, cuando se presente un problema de envergadura, la decisión de ejecutar una obra, llevar a cabo un proyecto significativo o cualquier otro asunto de importancia que afecte a los vecinos, se nos consultase para que opinásemos sobre ello y de esta forma nuestros munícipes tendrían el respaldo de sus gobernados y nosotros la satisfacción de haber sido útiles y de sentirnos responsables en tomar las decisiones que a todos nos conciernen.
Hoy día, con las nuevas técnicas de comunicación, entiendo que se puede llevar a cabo sin gran dispendio para las arcas municipales.

2/7/10

¿QUÉ PODEMOS HACER LOS ESPAÑOLES CON ZAPATERO?

No quiero entrar en la forma en la que llegó a ser Secretario General del PSOE, aunque hubiese otros correligionarios suyos más capacitados y con mayores conocimientos que él para ostentar dicho puesto.
Ni valorar su capacidad y experiencia como político. Mucho menos quiero juzgar su currículo y su vida profesional.
Tampoco en la manera en la que llegó a ser presiente de todos los españoles.
Sólo deseo hablar de lo que nos prometió y hasta ahora ha cumplido.
Aseguraba que era un hombre de talante, pero se guardaba en la manga el as de que el talante, como la voluntad, la fortuna y otras muchas cosas más, puede ser bueno o malo.
Se tiene buen genio o mal genio, buena fortuna o mala fortuna, buen corazón o mal corazón. Así que no proclame nadie que es una persona de talante, de corazón, o de fortuna, si a continuación no especifica si es bueno/a o malo/a.
Él embaucó a muchos españoles con el señuelo de que era un hombre de talante, pero ocultaba la malicia de qué clase. Hasta ahora, pienso que ha demostrado palmariamente que su talante no era bueno.
Ha procurado por todos los medios volver a dividir esta dolida España nuestra, con la proclamación de la MEMORIA HISTÓRICA. Histórica ¿para quién? Sólo ha perseguido la reivindicación, por no decir venganza de aquellos que no supieron, por su incapacidad, obtener la victoria en la Guerra civil.
Prometió pleno empleo y tenemos cinco millones de parados, porque a las cifras oficiales hay que añadir las de los autónomos que han tenido que cerrar sus negocios, en muchas ocasiones, porque los organismos oficiales no les abonado las facturas de los trabajos que les han efectuado. Lo sé por experiencia de un familiar.
Prometió que el estado de bienestar no se menoscabaría. ¿Acaso es estado de bienestar el que Cáritas, por ejemplo, haya visto triplicado el número de ciudadanos que le piden ayuda hasta para comer porque personas con buenos trabajos han sido despedidos y no tienen a dónde recurrir?
¿Es estado de bienestar el que nuestros jóvenes no tengan perspectivas de futuro? ¿Qué no se atrevan a fundar un hogar ni a tener hijos, con la falta que nos hacen nuevas generaciones, porque no tienen trabajo o lo tienen en precario con contratos basura?
¿Es estado de bienestar atacar a los más indefensos como son los no natos, los jubilados o las personas que no tienen a nadie que las defiendan, como las viudas o los parados?
Negó, hasta la saciedad, que nos hallásemos en una situación crítica y próxima a la ruina.
Proclamó a los cuatro vientos que España se encontraba en la Liga de Campeones. La tozuda realidad ha demostrado que estamos clasificados peor que un equipo de barrio.
Llamó malos patriotas, traidores y catastrofistas a los que le advertían de que España iba por una pendiente inclinada hacia la ruina.
No ha querido escuchar a sus asesores (dicen que tiene seiscientos), a sus compañeros de partido, a los gobernantes de otros países. En fin a nadie que no fuese un nefelibata como él.
Vio brotes verdes donde sólo había abrojos y aridez.
Continuamente ha estado echando en cara a la oposición su falta de colaboración. La oposición colabora si el que gobierna se lo pide, pero por el famoso pacto del Timel, se llegó al acuerdo de que “no se gobernaría ni pactaría nada con la derecha”. Hay quien dice que se pronunció la frase: A LA DERECHA NI AGUA.
¿Cómo tiene valor de decir que no colabora?
Lo único que podemos hacer con Zapatero es, como la manzana madura de Newton, dejarlo que se caiga por su propio peso o que se hunda cada vez más en sus pertinaces mentiras.

Manuel Villegas Ruiz