18/5/10

UN CUENTO TRISTE

Érase una vez un bello reino en que casi todos sus ciudadanos vivían felices y contentos. Muy pocos estaban sin trabajo. La mayoría tenía lo suficiente para alimentarse y sus gobernantes, a pesar de sus fallos, intentaban hacerlo progresar y que sus habitantes fuesen más felices.
Las arcas del tesoro real tenían oro suficiente para hacer frente a los gastos inesperados que pudiesen sobrevenir.
Era considerado como uno de los mejores entre todos los que poblaban su contorno.
Éstos lo respetaban y lo tenían en consideración.
Su forma de gobierno era conocida como democracia. Era la menos mala de todas porque permitía a los ciudadanos cambiar de regidores cada cuatro años si los que gobernaban no lo hacían bien.
Hete aquí que se cumplió un periodo de gobierno y hubo que elegir a otros que dirigieran aquellas tierras.
Un suceso luctuoso y nefasto turbo la paz y la tranquilidad de los ciudadanos.
Además ocurrió que apareció un mago con mucha habilidad para embaucar. Tenía una chistera y una varita mágica y con ella sacaba toda clase de promesas que el pueblo se creía.
Sus cejas eran como las de Mefistófeles y si te miraba fijamente una inquietud embargaba tu ánimo, pues no podías saber si te amenazaba o te advertía.
La pertinacia de sus ofertas caló tanto en el ánimo de los pobladores que éstos lo eligieron como su próximo dirigente.
La mayoría de sus promesas no las cumplió, pero seguía con su chistera y su varita mostrando al público cosas nuevas para seducirlo.
Quería complacer a todos, pero no contentaba a ninguno, salvo a sus acompañantes.
El pueblo comenzó a sentir malestar. Las cosas empezaron a ir mal. Los trabajadores quedaban en paro, los tenderos tenían que cerrar sus tiendas porque no había quien comprase. Pero este gobernante, optimista sin razón, se negaba a admitir lo que sucedía. Él continuaba con su magia confundiendo y enredando a la gente.
Él se negaba a aceptar la realidad, aunque muchos, aún alguno de sus colaboradores le advirtieran que ese no era el buen camino, que el reino podría despeñarse.
El se mantenía en su torre de marfil en la que sólo respiraba ideas ilusorias, y llamaba traidores y malos ciudadanos a los que le decían que tenía que cambiar.
La situación del reino empeoraba a pasos agigantados, pero este hombre, optimista, sin motivo, no quería ver la realidad. Su tozudo empecinamiento le hacía creer que los equivocados eran los demás.
Los reyes de los reinos vecinos con los que tenía un pacto de hermandad y colaboración le advertían que ese no era buen camino que por él llevaría a su reino al precipicio. No les prestaba atención. Lo que él hacía estaba bien.
Pero un día el emperador, que tenía poder sobre todos los reyes de la tierra, lo convocó y cuentan que le dijo que tenía que rectificar su forma de gobernar.
Refieren que se desdijo de todo lo que había manifestado anteriormente, pero la carga más pesada de su nueva forma de actuar la hizo recaer, como siempre sucede, sobre los hombros de los más débiles a los que había prometido miles de veces que no los despojaría de sus privilegios.
Es una lástima que este cuento estuviese inacabado en las cuartillas que encontré, así que nos quedamos sin saber cómo terminó ese reino, si se recuperó o la miseria se apoderó de él.

Dr. Manuel Villegas Ruiz

11/5/10

DE CIVITATE ROMANA

Cives qui Romae vivebant in duas partes dividebantur: cives romani proprie et peregrini. Cives romani iure commercii, testamenti, connubii et suffragii fruebantur, interea peregrini nullo iure fruebantur.
Quaere acceperunt arma et pugnarunt ut ius civitatis consequueretur.
Anno nonagessimo ante Christum, L. Iulius Caesare et P. Rutilio consulibus data est Lex Iulia quae civitatem iis civitatibus quae arma non acceperunt dabat.
Sed ista lex non saciavit animos rebelium et anno undenonagessimo ante Christum lex Plautia Papiria prolata est. Que ius civitatis sub istis conditionibus tribuebat: si qui foederatis civitatibus adscripti fuissent, si tum cum lex ferebatur in Italiam domicilium habuissent et si sexaginta diebus apud praetorem esse professi.
Archias conditionibus quas lex petebat implevit et tutus sub patrocinio Lucullorum vivevat.
Sed multi advenae civitatem cum fraude acceperunt et anno sexagesimo quinto ante Christum data est Lex Papia de Civitate ad eos coercendos qui temere et illicite civitetem romanam usurpassent.
Tunc apparuit quidan Gratus qui Archiam accusavit dicens: Archias non est civis romanus quia non est in censibus. Cicero deffendit Archiam et causam obtyinuit.

DE VITA ARCHIAE

Aulus Licinius Archias anno centessimo vicessimo ante Christum Antiochiae ex Siria natus est.A teneris unguiculis ad studium artium quae pertinent ad pueritiam dedit se postea cum ex pueris concessit ad studium oraroriae se contulit. Coepit prestare omnium in sapentia. Percurrit Asiam et totam Graeciam avidus laudi et venit ad Italiam ubi Tarentini, Locrenses, Regini et Neapolitani hunc civitaten donarunt-
Sed illi magnopere adventare Romam cupiebat et cum erat praetextatus venit Mario et Catulo consulibus. Adeptus est consules eos quorum alter multa ad scribendum habebat alter non solum gestas sed etiam elegantiam et amorem pöesi.
Multae familie nobilisimae eum acceperunt praesertim familia Lucullorum et ista domo non solum in adolescentia sed etiam in senectute favit natura et virtute eius.
Archis coepit docere et docuit Ciceroni primas litteras.
In Siciliam cum M. Lucullo perrexit et cun eodem Heracleam civitatem confoederatam venit et civitatem meritis suis et gratia M. Luculli consequutus est.
Civitas romana concesa est lege Plautia Papiria anno nonagesimo ante Christum sub istis conditionibus: si qui foederatis civitatibus adscripti fuissent si tum cun lex ferebatur in Italiam domicilium habuissent et si sexaginta diebus apud praetorem esse professi.
Archias Heracleae inscriptus erat Romae abhinc multos annos vivebat et apud praetorem Q. Metelum professus est ut civitetem donaret sibi.
Sed abutatur multum amplitudine civitate et anno sexagessimo quinto ante Christum data est Lex Papia ut Romam ex omnibus qui civitatem consequuti errant fraude purgaret-
Et tum quidam homo nominatus Gratus Archiam accusavil decens: Archias non est civis romanus quia in censibus non est.
Archias memini Ciceronem qui attingerat verticem honorum politicorum. Cicero Archiam optime deffendi dicens: Archiam civem romanum esse quia tres conditiones quas petet lex implet et asciscendum nobis meritis suis a numero civium si non fuisset.

ALIANZA DE CIVILIZACIONES

En nuestros días hay una corriente, extendida por casi todo el mundo que, cual ondas originadas en un estanque, se propaga proponiendo la necesidad de una “Alianza de Civilizaciones”.
Busquemos primero el significado de ambas palabras:
Alianza significa, pacto, unión, compromiso, coalición, confederación, asociación.
Toda alianza o pacto se basa en el principio latino justinianeo “do ut des” (doy para que me des), o lo que es igual, yo cedo en algo para que te beneficies, con la condición de que tú también has de concederme algo para que yo saque provecho.
Civilización es el conjunto de costumbres, ideas, cultura o arte de un pueblo o comunidad.
¿Cómo se llevará a cabo esta alianza?:
a) ¿Por aculturación? Según ésta, una persona o un grupo de ellas adquieren una nueva cultura o aspectos de la misma, generalmente a expensas de la propia y de forma involuntaria. De entrada pienso que esto es no es aplicable, dado que ningún pueblo quiere perder las señas propias de identidad que constituyen su razón de ser y su sabiduría.
b) ¿Acaso por enculturación? Procedimiento por el que una cultura establecida enseña a un individuo, de forma repetitiva, sus normas y valores, de manera que éste llega a convertirse en un miembro más de su sociedad en la que encuentra su papel apropiado.
Como ocurre con la aculturación entiendo que, hoy día, ninguna cultura se deja subyugar y someter por otra.
Este progresivo movimiento intenta unir, amalgamar, mezclar, ensamblar dos conceptos de vida que, por su propia naturaleza, no pueden armonizarse.
¿A qué me refiero?: A la unión, o mezcla de las civilizaciones islámica y cristiana (ésta dentro de todas sus variantes protestantes y católica). Ambas culturas tienen sus propios cimientos, fundamentos y costumbres que, si no son diametralmente opuestos en todos sus conceptos sobre la vida, no admiten intercambio en muchos. Las dos son como el aceite y el agua: no pueden entremezclarse.
¿Ha comprobado alguien qué ocurre cuando queremos unir ambas materias?
Es imposible. El resultado es que una sobrenada a la otra, pero jamás llegan a fusionarse.
Lejos de mí pronunciarme sobre quien es el aceite y quien es el agua. Lo que asevero, es que su ensamblaje es imposible. Por su propia naturaleza no se pueden aglutinar.
Analicemos la formación de ambas civilizaciones.
La cristiana hunde sus raíces y forja sus orígenes en aquel inicial colegio apostólico que, tras la resurrección de Cristo, formaron sus primeros discípulos, y tiene sus antecedentes en el judaísmo que cuenta con, aproximadamente, diecisiete siglos de existencia, ya que los judíos se consideran los descendientes de Abraham, que se consagró al servicio del Dios único.
Tomó además de la civilización grecolatina mucho de su filosofía, sus leyes y liturgia. Se ha extendido por todo el antiguo mundo conocido y por el nuevo, tras la gesta del Descubrimiento, y en él tiene una vigencia y preponderancia nada despreciables. A su cobijo, por ella y para ella, han florecido las mejores páginas del arte: la música, escultura, pintura y un largo etc. Gracias a ella se han producido grandes movimientos, como las peregrinaciones, que han intercambiado las ideas y conocimientos de los pueblos.
El cristianismo, de forma generalizada, posiblemente hallando basamento en uno de sus pilares de configuración, pues Cristo dijo que todos los seres humanos somos iguales, ha aceptado, como el modo menos pernicioso para gobernar un país, la democracia que, a pesar de los muchos defectos que tiene, hace iguales a todas las personas.
La teocracia que, en ciertos momentos de la historia practicó, ya ha mucho tiempo que desapareció y dudamos mucho que en ningún estado moderno se vuelva a repetir. Ha sabido, con mucho esfuerzo, impedimentos y resistencias, aunque aún le quede mucho por andar en este camino, adaptarse al sobrevenir de la Historia y acoplarse a todo lo que la Humanidad, en su continuo llegar a ser, conquistaba.
Es cierto que quedan algunas zonas oscuras, sucesos puntuales de los que nos avergonzamos los cristianos, pero, se puede afirmar que el saldo final de su estado de cuentas es favorable al ser humano y que, gracias a él, vivimos en un mundo de tolerancia, de deferencia y de consideración a las opiniones ajenas y, de forma general, de respeto y aceptación de las opiniones opuestas a las nuestras.
En la civilización occidental la igualdad entre el hombre y la mujer está a punto de conseguirse totalmente en la práctica. Nuestras leyes ha tiempo que lo han hecho.
Enumerar detenidamente los logros que, en todos los aspectos, ha alcanzado nuestra cultura sería oneroso y tedioso. Es cierto que tiene deficiencias, quizá demasiadas, pero se ha conseguido un progreso que ha permitido que los ciudadanos, hombres y mujeres, tengamos las mismas oportunidades.
¿Acaso ha ocurrido esto con la cultura islámica?
Opinamos que no. Para ello será suficiente espigar algunas aleyas, por ejemplo de la Azora IV, y ver cómo en la mencionada civilización se considera a la mujer:

Azora IV Las mujeres
Aleya 12
Os encomienda Alá a vuestros hijos, para el varón como la parte de dos hembras.
(Un hombre vale como dos mujeres)
Aleya 19
Y las que cometieron torpeza de vuestras mujeres, tomad como testigos contra ellas a cuatro de vosotros, y si atestiguan, encerradlas en los aposentos, hasta que las haga morir la muerte, o ponga Alá para ellas camino. (Se trata del castigo del emparedamiento, que se imponía a las adúlteras en lo primeros tiempos del Islán, Posteriormente la Sunna conmutó esta pena por la de cien azotes, más destierro para las solteras y la lapidación para las casadas).
(En la civilización occidental no hay ninguna ley que castigue a las esposas infieles).
Aleya 38
Los hombres son preeminentes sobre las mujeres por lo que aventajó Alá a los unos sobre los otros.
(¿Acaso no está reconocida, por lo menos de derecho, la igualdad entre el hombre y la mujer, dentro del mundo occidental?)
No queremos ser prolijos, pero, a continuación, seleccionaremos algún hadiz que podrá clarificar aún más la diferencia entre ambas culturas:
No pocas de las normas emanadas del propio Mahoma están destinadas a sancionar comportamientos sexuales considerados ilícitos, como pueden ser el adulterio, la fornicación y la homosexualidad.
(¿Qué podrían decir los homosexuales y lesbianas al respecto, cuando tienen su total reconocimiento en Occidente?)
Según los hadices, las diferencias entre hombre y mujer proceden de motivaciones físicas y se traducen no sólo en que las mujeres sean más deficientes en religión, sino también en inteligencia. Precisamente por ello Mahoma llegó a afirmar que la mayor parte de los habitantes del infierno son mujeres.
La mujer puede verse reducida al papel de un cónyuge más, ya que el Corán autoriza al varón a tener hasta cuatro esposas a la vez, sin que tal conducta cuente con paralelos en la mujer.
(En nuestra civilización la poligamia está penada por ley. Los últimos que la practicaron fueron los mormones y, al parecer, ya la han abolido).
Continuar con las diferencias entre una y otra sería casi inagotable, por eso es necesario que nos preguntemos:
¿Cómo se pueden fusionar dos conceptos de la vida y convivencia que, en algunas concepciones de ésta, son diametralmente opuestos?
¿Cuál de ellos prevalecería sobre el otro? ¿Qué estaría dispuesto a ceder cada uno?
¿Permitirían los musulmanes entrar en sus mezquitas con calzado o a las mujeres sin velo?
¿Renunciarían a que sus mujeres llevaran éste?
¿Permitirían que sus damas fuesen reconocidas, en caso de enfermedad, por médicos y no médicas?
¿Consentirían que en sus países se construyesen iglesias cristianas con la misma profusión con la que ellos están edificando mezquitas en los nuestros?
¿Permitirían en público una efusión de amor tan simple como un beso? (En algún país musulmán han sido encarcelados turistas por esto).
Seguimos sin comprender cómo se pueden aliar dos civilizaciones casi antagónicas.
Continuamos pensando que esa alianza es una entelequia muy difícil de llevar a la práctica, cuando no imposible, o una ocurrencia, sin duda concebida por un exceso de bondad o buenismo (permítasenos la palabra), pero muy difícil, cuando no imposible de poner en práctica.
Reconocemos que hay muchas y muy importantes personas y autoridades comprometidas y empeñadas en esta alianza, pero también entendemos que, por muy plausible que sea el fin, ella es casi inalcanzable, dadas las profundas divergencias entre ambos conceptos de vida.
Consideramos que la realidad debe imponerse a la utopía y que cada civilización continúe su andadura, sin quiméricos intentos de alianza entre ambas.
Quizá sea este desconocimiento de las divergencias de cada una el que ha llevado a algunos a pretender conseguir lo ilusorio: que el agua y el aceite se mezclen.
Creemos que por lo que se ha de luchar, con todas las fuerzas posibles, es por el respeto y la tolerancia mutua entre ambas, lejos de todo fanatismo, como en algunos lugares se da, para que sea posible una convivencia pacífica, ajena a todo acto de provocación o de imposición.
La alianza entre ambas, es muy difícil de conseguir.

6/5/10

BREVE COMPENDIO SOBRE EL LIBRO “EL GOBIERNO MUNICIPAL DE CÓRDOBA EN LA ÉPOCA DE CARLOS I”

¿Qué encontraremos en “EL GOBIERNO MUNICIPAL DE CÓRDOBA EN LA ÉPOCA DE CARLOS I”?: Un viaje al pasado.
El tiempo en el que vivimos nos habla de la posibilidad de viajes al pasado y al futuro utilizando las nuevas tecnologías que están en vía de conseguirse. Este libro no necesita ninguna de ellas para llevarlos a cabo.
La nave que utilizaremos para retroceder quinientos años será la completísima fuente de datos que nos brindan las Actas del Cabildo municipal de la época y los documentos emanados de la Corona dirigidos a Córdoba.
A través de ellos podremos conocer la historia de Córdoba de forma palpitante y vívida, las preocupaciones, anhelos e inquietudes de lo cordobeses de hace 500 años.
El libro está estructurado de la siguiente manera.
Primero un estudio sobre la intervención del Poder real en el gobierno de las ciudades, las funciones del Regimiento municipal (hoy Ayuntamiento), sus componentes: el Corregidor, extensión del poder del Rey en las ciudades que vela para que la autoridad de éste no sea menoscabada. Los Caballeros Veinticuatro, verdaderos responsables de la gestión de gobierno local y los Jurados, en sus inicios auténticos representantes del pueblo y ya en el siglo XVI simplemente transmisores del éste pero sin voz ni voto.
Desglosa la forma en que cada uno es designado para el cargo, la toma de posesión del mismo, sus funciones, sus salarios y sus asistencias a las reuniones del Cabildo municipal. Ya se daba el absentismo de los hoy llamados político a las reuniones de gobierno municipal.
También analiza los oficios municipales no de gobierno y la manera en que deben de desempeñarlo quienes los ostentan.
A través del mismo podremos conocer de primera mano, pues las fuentes son documentos originales inéditos, cómo se gobernaba una ciudad del Reino en aquella época, ya que, aunque el trabajo sea un estudio sobre a Córdoba, se puede extrapolar a cualquier ciudad castellana.
Las actas de las sesiones capitulares son la expresión más genuina y pormenorizada de la vida de la ciudad.
Ellas recogen y nos informan de todas las inquietudes de los cordobeses de entonces que no difieren mucho de las de hoy día.
Nos hablan de los salarios de los trabajadores de los distintos oficios, de las paga extraordinaria de Navidad, de las multas que han de abonar quienes no los desempeñen bien. De lo que se les abona a los correos por traer o llevar cartas a la Corte o a otros lugares.
Nos ponen en contacto con el arreglo de las calles, puertas, puentes, adarves, desecaciones de arroyos, murallas, paredes y un largo etc. y conoceremos al maestro Siloé.
También nos dan a conocer los precios de los artículos de consumo regulados, fijados y controlados por el Regimiento. Sabremos el costo del pescado, la carne, las aves el tocino, el trigo las velas, el jabón, los ladrillos, la cal, la paja y de todo de lo que se abastece la ciudad.
Conoceremos cuánto paga el Cabildo municipal por la matanza de un lobo o de un lobezno y el total de estos animales muertos en el periodo estudiado. Entonces eran perseguidos.
Nos hablan del cobro de los tributos, tanto reales, cuanto municipales. Sobre qué productos alimenticios recae la sisa (especie de impuesto) que servirá para las obras municipales o para pagar al Rey.
Veremos las levas de soldados que se hacen en el reino de Córdoba para las guerras de Carlos I o para la conquista de América y nos enteraremos de quienes los mandaban y de sus armas.
Sabremos cuánto valía una ballesta, una saeta, un arcabuz o una pica.
Nos enterarán del salario (nunca se dice limosna) que se le paga a los pobres y que tendrá que ser aprobado por el Monarca, así como de dádivas a particulares o conventos.
Conoceremos a las mujeres que ganan dineros (prostitutas) cuya actividad es vigilada y regulada por el Ayuntamiento.
Sabremos quien es Maese Luís (sí el de la calle).
Resumiendo: entraremos en contacto y nos empaparemos de la vida de nuestros antepasados y parecerá que vivimos entre ellos, ya que este libro no es solamente para estudiosos de la materia, sino para todo el público en general que quiera saber la vida de los cordobeses en el siglo XVI.
Manuel Villegas Ruiz
Dr. en Filosofía y Letras (Gª e Hª)