19/6/12

SAN RAFAEL EN BOLIVIA

La idea que preocupó desde el principio del descubrimiento de América a los Reyes Católicos, especialmente a Isabel, fue que los habitantes de las tierras recién descubiertas fuesen considerados como súbditos de la Corona de Castilla y, como tales merecedores de los mismos derechos que los que habitaban bajo su dominio en las tierras peninsulares.
Desde el primer momento los pobladores de las nuevas tierras descubiertas fueron considerados por nuestros monarcas como súbditos, no esclavos, ni colonos de la Monarquía hispánica. Los primeros desvelos de nuestros reyes fueron que los indios abandonasen su estado salvaje y accediesen a la cultura hispana y a la evangelización cristiana.
La cristianización de América la llevaron a cabo componentes de distintas órdenes religiosas, entre los que destacaron de forma especial los franciscanos y los jesuitas. Éstos, en principio, se vieron frenados para acudir al Nuevo Mundo por la reticencia de Carlos I y un poco también con posterioridad por la de su hijo Felipe II. No obstante, el Papa Paulo III, encomendó los jesuitas que participasen en la conversión de los habitantes de las Américas organizando reducciones así como el descubrimiento de nuevos dominios.
En 1604, se crea la Provincia jesuítica del Paraguay.
La primera misión funda en 1609 fue al norte de Iguazú, y en 1615 existían ya ocho reducciones o poblaciones para indígenas y misioneros con un área de influencia propia. De esta manera se podrían proveer de bienes de subsistencia, para proteger a los indios de la explotación de españoles o portugueses y para adoctrinarlos católicamente, manteniendo a los nativos alejados de la sociedad colonial y las corrupciones que ésta entrañaba (también evitaban así problemas con los encomenderos y las razzias de los portugueses para capturar esclavos).
Las reducciones, como fueron llamadas estas circunscripciones de evangelización, se localizaron, especialmente, en los países que hoy conocemos como Argentina, Paraguay, Uruguay, el sur del actual Brasil, Chile, solamente hasta el año 1625 y el oriente de lo que llamamos actualmente Bolivia. Su primer Provincial fue el P. Diego de Torres, quien se hizo cargo de ella en 1607.
Es a finales del siglo XVII cuando se inician las misiones jesuíticas en territorio boliviano. La primera fue la de S. Francisco Xavier, en el año 1691, fundada por el padre José de Arce. En 1698, Felipe Suárez instituyó la misión de S. José y así hasta un total de diez, reducciones o misiones, la última de las cuales fue la del Santo Corazón. Estos asentamientos terminaron por convertirse en pueblos y por ello, tenía que haber en cada uno un representante del poder real o corregidor.
LA MISIÓN DE SAN RAFAEL DE CHIQUITOS.
Los padres Juan Bautista Zea y francisco Herbás erigieron en 1696 la de San Rafael, aunque algunas fuentes indican que fue solamente el padre Zea acompañado por un grupo de indios de distintas tribus. El lugar elegido fue a las orillas del río Guabis, pues los responsables de su establecimiento pensaron que este río era afluente del Paraguay y que por esta vía acuática podrían, navegando, conectarse con el resto de las misiones paraguayas.
Como con todas, los hijos de S. Ignacio de Loyola, buscaron un lugar propicio que tuviese agua suficiente, tierra fértil y clima saludable. Su configuración era idéntica a las restantes y estaba ordenada por una distribución común que consistía en una plaza central presidida por una cruz. La iglesia se levantaba a un lado de la misma, donde también se ubicaban los colegios y los talleres. Los tres lados restantes estaban destinados a la construcción de las viviendas de los habitantes de este pueblo, pues como tales se consideraban a las misiones. Todas las calles salían de esta plaza.
Consta documentalmente que ambos padres, en enero del año 1701 agruparon a los indígenas de S. Rafael y de Santa Rosa en un solo pueblo, que fue llamado, a partir de entonces S. Rafael. La ubicación definitiva se hizo al occidente del territorio chiquitano, con cuarenta leguas de extensión (la legua, venía a tener una longitud, según dónde se emplease, de entre 5,5 y 7 kms.).
La importancia de S. Rafael en aquella época fue muy considerable, pues era el segundo pueblo más significativo de los constituidos por los jesuitas en las Misiones de Chiquitos.
Su auge fue notable, tanto que en poco tiempo llegó a censar 1.371 habitantes Un gran incendio lo destruyó el 4 de mayo de 1719, pero dos años más tarde ya estaba completamente reconstruido y con tanta población que tuvo que dividirse y formar la nueva reducción de San Miguel.
ORGANIZACIÓN POLÍTICO ADMINISTRATIVA Y DE TRABAJO
Las características que configuraban estos asentamientos eran que todos contaban con una iglesia y Cabildo (lo que hoy conocemos como Ayuntamiento) propio que, como los cabildos de la Corona castellana, tenía total autonomía para gobernarse, siempre que en cada uno hubiese un representante del rey. Éste, tanto en Castilla, cuanto en las tierras americanas era conocido con el nombre de Corregidor, como hemos mencionado, y representaba a la Corona en el ámbito municipal, el rey lo elegía de una terna presentada por los jesuitas. Al frente del mismo, al igual que en el resto de las misiones, se encontraban dos sacerdotes de la Compañía de Jesús y el corregidor que presidía el cabildo municipal constituido por doce miembros y algunos cristianos ejemplares con responsabilidades específicas. Además de éstos había un padre jesuita que constituía parte del cabildo y todos bajo el mando del Corregidor, como he dicho.
Poseía, como en cualquier comunidad ciudadana, leyes que regulaban todo el funcionamiento de la misma. Eran un fiel reflejo de las ordenanzas municipales por las que se regían los cabildos castellanos, pero no existía la pena de muerte.
El asentamiento de S. Rafael conservaba la misma configuración que el resto de las misiones. Como en éstas, la tierra se dividía en tres partes: una la llamada tierra de Dios, normalmente la mejor y más productiva, tanto en frutos agrícolas cuanto pecuarios. La trabajaban los indios por turnos y sus beneficios se destinaban a la construcción y mantenimiento del templo, el hospital y la escuela.
La segunda porción era de propiedad comunal y lo recogido en ella se empleaba para el pago de los tributos reales. El excedente, si lo había, servía para fomentar la propia economía.
El último tercio se destinaba a propiedades particulares de los indios. Sus cosechas servían para el sustento de cada familia y los sobrantes, caso de que hubiera, se conservaban en un silo común para poder hacer frente a épocas de carestía.
Una de las características que lo jesuitas respetaban con toda pulcritud fue el sincretismo de las costumbres tradicionales con la nueva fe católica y el respeto a las instituciones indígenas, de forma que los caciques lugareños eran tenidos en gran consideración y formaban parte del gobierno municipal de la misión. Por ejemplo, las bodas entre los aborígenes, primero se celebraban por su rito tradicional y posteriormente por el católico.
Esta actitud de comprensión y tolerancia demuestra que el talante hispano hacia los pueblos indígenas fue de civilización y no de colonización. Desde el momento en el que, como ya hemos dicho, fueron considerados legalmente con los mismos derechos que el resto de los habitantes de la Corona castellana, no podían ser, vejados, maltratados ni sufrir abusos. Precisamente en 1611 se publicó una real orden de protección a las reducciones.
Otras naciones colonizadoras llegadas a las Indias tras los españoles sí los consideraron como colonos, no hubo mixtificación de razas y llegaron a considerar que el mejor indio era el indio muerto.
Los resultados de esta actitud es que en los pueblos civilizados por los hispanos, a pesar de tantas desdichas como padecieron, continúan aún las razas indígenas con sus ritos, costumbres y manifestaciones folklóricas y culturales unidas a la aculturación hispana, mientras, siento mucho decirlo, los que fueron colonizados por otros pueblos, hoy, la mayoría de ellos, vegetan en las llamadas reservas, que personalmente considero precisamente eso, una reserva en la que casi todos subsisten por las subvenciones del Estado.
Se me podrá argüir que injusticias, despotismo y hasta crímenes fueron cometidos por parte de los hispanos de la Península, pero se realizaron en contra de las leyes dictadas por nuestros gobernantes.
Muchos de los encomenderos que se extralimitaron en sus poderes fueron apresados, trasladados a la Península, juzgados y en más de un caso, condenados a muerte por los despotismos cometidos. Estos castigos se contemplaban en las ya mencionadas Leyes de Indias que, iniciadas por los RR.CC., fueron recibiendo añadidos por los monarcas sucesivos.
LABOR EDUCADORA
La misión de S. Rafael, al igual que las demás, no sólo se empleó a fondo en que los indios aprovechasen al máximo las seis horas de trabajo diarias en el desarrollo de la agricultura y la ganadería, sino que el resto del tiempo libre fue dedicado al perfeccionamiento de los mismos en los talleres en lo que se les enseñaban las artes manuales como el tejido, la orfebrería, la herrería y la carpintería.
El desideratum de los sindicatos clasistas de finales del XIX y principio del XX era conseguir que los trabajadores sólo realizasen su labor sólo durante ocho horas al día.
Si no me falla la memoria en las Leyes de Indias se dividían las veinticuatro horas de día en tres tercios de ocho horas: Uno para el descanso, otro para el trabajo y el tercero para perfeccionarse, culturizarse y convivir con la familia.
Me indigna sobremanera que advenedizos desconocedores de la Historia renieguen y maldigan la labor llevada a cabo por la mayoría de nuestros civilizadores.
Los jesuitas dedicaron una especial atención en todas las reducciones a que los habitantes de ellas, sin excepción, dominasen la lectura y la escritura, de forma que la asistencia a la escuela era obligatoria para todos los niños.
Es muy significativa esta preocupación civilizadora en las tierras del Nuevo mundo, en una época en la que una buena cantidad de los habitantes de Europa era analfabeta.
Creo que no merece discusión que la primera universidad en las recién descubiertas tierras fue la fundada por la Orden de Predicadores en Santo Domingo en el año 1538, es decir, cuarenta y seis años después del descubrimiento.
Sería interesante hacer un catálogo de las universidades que entonces existían en la “civilizada” Europa.
De la mima manera los discípulos de S. Ignacio les inculcaban el progreso de su mente y espíritu, pues eran adiestrados en el conocimiento y perfeccionamiento de las bellas artes, como la pintura, escultura y música. Ésta, dado el momento histórico, era de un corte renacentista y barroco que aún podemos disfrutar escuchando las múltiples partituras que en todas las reducciones se produjeron. Los instrumentos que utilizaban para la expresión musical de las composiciones también los fabricaban los mismos indios.
Lo que los jesuitas pretendieron lograr y en parte lo consiguieron, no sólo en la misión de S. Rafael sino también en las restantes, fue la instauración de una república poblada totalmente por indígenas en la que poner en práctica las teorías de los filósofos del siglo XVI y demostrar así que el ser humano, bueno por naturaleza, era capaz de convivir pacíficamente con sus semejantes en total armonía de cuerpo y espíritu. Cosa que podemos decir que consiguieron ampliamente, dado que en 1745, convivían apaciblemente en esta misión, etnias tan dispares, como los Taos, Veripones, Quidagones, Basoros, Batatis y Curucanes que llegaban a sumar una población total de 2.293 habitantes, al frente de la cual se encontraba el padre Juan Swirt.
LA IGLESIA
No existen fuentes documentales que nos puedan confirmar con certeza la construcción de su primer magnífico templo. Éste estaba bellamente decorado con hermosos labrados, imágenes y ricos tapices sobre la Pasión de Cristo provenientes de la Escuela Cuzqueña.
Parece ser que este primitivo santuario fue destruido por un incendio y que en el año 1745 ya se encontraba en ruinas, por lo que en 1747 el padre suizo Martín Schmid (que fue músico y, podemos decir, el máximo responsable del barroco en las reducciones, tanto en la música cuanto en la arquitectura, ya que también era arquitecto) se hizo responsable de la erección del nuevo templo en la misión de S. Rafael, como también llevó a cabo la reconstrucción o reparación de otras iglesias de las misiones, casi todas de similares características en su construcción.
Su estilo arquitectónico era, no podría ser otro dada la época, el barroco, pero adobado e implementado con motivos indígenas, lo que hizo que sus edificios fuesen conocidos como de estilo barroco mestizo. El padre Martín Schmid procuró utilizar abundantemente el material autóctono como la madera, que empleó profusamente en la fabricación de columnas talladas de diversas formas, en las que se incluían los motivos indígenas, en el mobiliario, púlpitos, cajonerías y todos los enseres que se podían construir con este material.
Los indios, como hemos dicho más arriba, asistían a lo talleres de las reducciones, en los que lograron una rara perfección, tanto en la carpintería, cuanto en la imaginería, por lo que las imágenes que adornaban los templos, ya en éste de S. Rafael, ya en los que se construyeron bajo su dirección, estaban confeccionadas por los naturales de las reducciones que, como es lógico, dejaban su impronta y las peculiaridades propias del lugar plasmadas en ellas.
Los altares y retablos estaban rica y primorosamente decorados con oro que, como es sabido, se encontraba con cierta abundancia en aquellas regiones.
CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DEL TEMPLO DE S. RAFAEL
Estaba formado por dos hileras de ocho columnas de madera que hacían que la planta de estructura basilical quedase dividida en tres naves.
Para ello se habían talado árboles gruesos y de considerable altura que los naturales, bien dirigidos por el padre Martín Schmid habían tallado con hechura salomónica.
Magníficas pilastras con sus basas, capiteles y cornisas confeccionado todo con ladrillo crudo y embellecido con pinturas de vivos y atractivos colores sobresalían de las altas paredes.
El suelo estaba enladrillado y el techo cubierto de tejas, ambos materiales cocidos en los hornos da la misión. El mismo material se utilizaba para el colegio y la casa del pueblo.
El altar mayor estaba conformado por columnas de ladrillo pintadas. El sagrario era dorado y tenía un nicho para el santo patrono.
El nuevo templo contó con un órgano nuevo más grande que el que había en la anterior iglesia y que había sido construido ex profeso para éste.
La decoración primorosamente cuidada comenzaba en las claraboyas con sus vidrieras y continuaba en las rejas del templo artísticamente torneadas en madera.
El púlpito era de madera y carecía de cualquier tipo de talla. Había además en la iglesia nueve cuadros y veintidós ángeles de bulto de medio cuerpo.
La iglesia o basílica, de S. Rafael tenía una característica que la diferenciaba del resto de los otros templos: todos los balaustres poseían adosadas hojas de mica plateada y brillante que provocan la ilusión de una luz oscilante que reflejaban la luminosidad como espejos de plata.
Su interior, totalmente pintado de color café claro proporcionaba a la luz entrante una claridad que iluminaba el templo de forma particular.
Contaba con una imagen de S. Rafael que se encontraba delante de una de las columnas salomónicas, dotado de las características que lo distinguen: el báculo de caminante y el pez del que extrajo las entrañas para curar al padre de Tobías.
SAN RAFAEL EN LA ACTUALIDAD
El templo fue restaurado en 1972 por el arquitecto Hans Roth, gracias a las gestiones de Monseñor C. Rossemhamer, por el interés y las peticiones de los familiares del padre Schmid y financiado por los católicos de Austria y el Gobierno Suizo.
En 1990 fue declarado Monumento Nacional por el Gobierno de Bolivia y patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, junto con el resto de las misiones del territorio de Chiquitos.
Es un próspero pueblo de Bolivia incluido, junto con S. Francisco Javier, Concepción, Santa Ana, S. Miguel y S. José dentro de la ruta turística de las misiones del anterior territorio de Chiquitos que las autoridades bolivianas y organizaciones sin fines de lucro promueven en toda la zona por medio del Festival de Música Renacentista y Barroca de Chiquitos.

Manuel Villegas Ruiz
Dr. En Filosofía y Letras (Gª e Hª)

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