No, no, no me vuelto loco ni estoy diciendo ningún disparate. Estamos en una sociedad consumista, posiblemente la de mayor dispendio que haya podido llegar a ser en la historia de la Humanidad.
Las empresas necesitan vender sus productos. Hoy se vende de todo. Prestemos atención a los anuncios comerciales de los programas de radio o de televisión y nos percataremos de que no hay mercancía que no se venda. Absolutamente todo es sujeto de transacción económica. Se mercadean electrodomésticos, ropa, zapatos, remedios para adelgazar, para engordar, para conseguir la belleza; por ser breve, no hay bien que no sea susceptible de ponerse en venta. No hay nada que ningún mercachifle se arredre en vender.
Se venden hasta los seres humanos, en las religiones, en las grandes empresas, en la política (¿nos recuerda algo este aserto?).
La competencia es feroz, inhumana, despiadada y desleal. Todos los que venden lo único que desean es atraerse al cliente, convencerlo o engatusarlo para que le compre lo que ofrece.
Su único propósito es aumentar sus beneficios. Hay un dicho que circula entre los comerciantes que reza así: “En el vender va la ganancia”. Es totalmente cierto porque si se vende por más de lo que costó adquirirlo, ya hay beneficio, si por el contrario se vende a igual precio, por lo menos no se queda en existencias, ocupando espacio y deteriorándose y, por lo menos, se recupera la inversión.
Una forma eficaz de conseguir clientes es mediante las rebajas o descuentos. Se rebajan los bienes a consumir, se hace descuentos en sus precios. Cualquier cosa con tal de conseguir compradores.
Respecto a los seres humanos que se venden hay unos que merecen especial atención: Los asesinos a sueldo. Creo que los ha habido, desde que el hombre es hombre. Dos breves recuerdos. Audax, Ditalcos y Minuro, asesinaron, porque Roma les había prometido pagarles, a Viriato. Ésta, cuando lo hicieron, nos lo financió porque “Roma no paga traidores” y quedaron además de asesinos burlados.
Otra muy breve. Los esbirros del Viejo de la Montaña que saturados de hachís (de ahí la palabra asesino) ejecutaban a ciegas lo que su tirano les mandaba.
Los más recientes son los asesinos pagados que eliminan a cualquiera por dinero. Crímenes de éstos se encuentran con bastante frecuencia en nuestros periódicos o noticieros.
Pero pienso que en ningún momento de la Historia el asesino haya tenido que pagar por eliminar a quien estorba. Hoy se está dando. ¿No me creen? Lo demostraré.
¿Qué es la eliminación de un feto que, al nacer, eclosionará en una vida para perfeccionarse plenamente y compartir?
¿Cómo podemos denominar al nasciturus? La palabra nasciturus significa en latín aquél que ha de nacer. Un feto es un nasciturus, luego tiene que nacer, y por ende es un ser humano.
Como refuerzo de estas afirmaciones citaré algunas, pocas, frases en latín (con su correspondiente traducción) que ya desde la Época de Justiniano lo aseguraban:
Qui in utero sunt, in toto paene iure civili intelleguntur in rerum natura esse (Digesta de Justiniano, Juliano, 1, 5,26) Quienes están en el vientre de la madre, son considerados cono nacidos en casi todo el derecho civil.
Dicimus eum que nasci speratur, pro superstite esse,…, cum de ipsius iure quaeritur (Digesta de Justiniano, Paulo, 50, 16, 231) Decimos que aquél que espera nacer, es considerado, existente puesto que se trata de su derecho.
Podría aducir muchas más, pero no es el momento, ni debo producir hastío.
La mayoría de los científicos también avalan la afirmación de que el feto es un ser humano, desde el momento de su concepción.
Preguntadle a una madre embarazada que quiere que si hijo nazca, siempre se referirá a él o ella, si sabe su sexo, dirá, mi niño, mi niña.
No es cuestión de religión ni de creencias. Es cosa de la más simple lógica.
Cuando un agricultor ha sembrado trigo, cebada o cualquier otra simiente, al referirse a él, aunque todavía no haya emergido la espiga dirá: Mi trigo, mi cebada, etc. Y si algún evento fortuito, lo destruye y lo tiene asegurado, recibirá la correspondiente indemnización por su trigo, su cebada o lo que sea, es decir que el producto sembrado se considera como un nasciturus y si se pierde hay que indemnizar por él.
Pero estamos en una sociedad en la que, por lo que se paga, es por eliminar la vida.
¿Que exagero? ¿Que miento?
Demostraré todo lo contrario.
Nuestro ínclito Gobierno Andaluz ha entrado hoy en el mundo de los mercachifles y de las rebajas y tiene que vender su producto (la eliminación de una vida) al precio que sea.
Para hacer competencia a este mundo comercial tan despiadado, lo único que se le ha ocurrido es que a toda adolescente que posea el Carné Joven, hacerle un descuento, si se queda embarazada, por matar a la criatura que lleve dentro. No uno cualquiera, sino un 20%.
Con ello nuestros próceres de la Junta de Andalucía se convierten en cooperadores cuasi necesarios en un crimen y por ello reos de la misma culpa.
¿Esto qué es, sino vender un asesinato con rebajas, descuentos, llamémosle lo que queramos?
¿Qué país es este en el que se premia por asesinar?
¿Hasta dónde hemos llegado?
Pero aparte de ser esto intrínsecamente malo, hay que añadirle que a mí, que soy literalmente incapaz de eliminar un insecto, dado que es una vida, me están haciendo cómplice involuntario de estos asesinatos con rebajas, ya que se llevan a cabo con los dineros, que, como contribuyente, he de pagar.
No soy yo solamente al que implican, es a todos los andaluces, cualesquiera que sean.
Creo que todos debemos meditar esto con mucho detenimiento y adoptar la actitud que nuestra conciencia nos diga.
Manuel Villegas Ruiz
Doctor en Geografía e Historia
14/4/10
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