3/1/13

DICTADURA EN DEMOCRACIA

DICTADURA EN DEMOCRACIA








Somos perfectamente conscientes de que estamos expresando una “contradictio in terminis” u oxímoron, es decir estamos utilizando dos conceptos opuestos en una sola expresión, cosa que en principio parece absurda, pero si nos paramos a pensar quizá no sea tan ilógica si nos referimos al sistema de gobierno que rige en España. Ciertamente es una democracia, pero que, en algunos aspectos, está más cerca de la dictadura que del gobierno del pueblo. Nos explicamos:

Esta forma de regirse un país consiste en que la soberanía del gobierno del mismo reside en el pueblo que es quien ha de verse beneficiado por la misma. Podríamos resumir diciendo brevemente que la democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo. Los creadores de ésta, es decir los griegos y más concretamente los atenienses, concibieron dicha manera de regir un país entre los años 620 y 593 a.C., cuando Dracón y Solón, podríamos decir, concibieron las primeras leyes fundamentales por los que se habían de regir los atenienses. Hoy se entiende como democracia la doctrina política en la que el pueblo ejerce la soberanía mediante la elección libre de aquellos que los han de gobernar.

Pero ¿Qué pasan cuando son elegidos los que han de ostentar el poder? Que, una vez conseguido éste, se olvidan de los que los eligieron y sólo persiguen su bien particular y sus intereses partidistas y no tienen en cuenta que se las ha entregado un mandato para que cuiden del pueblo y remedien sus necesidades.

Los que nos criamos bajo la férula del dictador pusimos muchas esperanzas en la llegada de la democracia. Teníamos fe en ella ya que suponíamos que sería como la democracia ateniense. Considerábamos que los políticos que eligiésemos ejercerían sus funciones sólo para solucionar los problemas que aquejasen al pueblo.

Con la tan esperada democracia se produjo en todos los españoles, especialmente en los que vivimos durante los cuarenta años de dictadura, un clima parecido al que tuvo lugar ante la expectativa de la II República. La deseábamos con esperanza e ilusión, porque considerábamos que sería el motor del impulso de la cultura, de la sanidad, del trabajo,…de todo los españoles necesitábamos, pero al igual que en la II República, nos hemos encontrado con unos partidos políticos que primariamente sólo buscan sus intereses y nos han sumido en una situación en la que el pueblo, tras las elecciones, no pinta nada. No se tienen en cuenta sus necesidades, la cultura está por los suelos, trabajo no hay para casi seis millones de españoles, a pesar de que en nuestra Constitución se habla de que éstos y la vivienda son derechos primordiales de los ciudadanos.

Julián Besteiro dijo sobre la democracia lo siguiente: “Como tantas otras cosas, la democracia aquí no es más que un nombre de raíces clásicas y de contenido extranjero”.

¡Qué desengaño!

Hoy día, tras treinta años de democracia, la tercera preocupación de los españoles, es precisamente la clase política en la que el pueblo no se ve reflejado porque ha comprobado que a los políticos les importa poco.

Estamos viviendo una dictadura de partidos. Somos sojuzgados por los políticos que no ven al ciudadano más que como un sujeto susceptible de pagar impuestos, mientras ellos sólo gozan de prebendas y sinecuras

Ojala se pudiese emplear aquí, como en Atenas, el ostracismo que no era más que una ley que facultaba a los ciudadanos para desterrar durante algún tiempo a los políticos que fuesen perniciosos para la ciudadanía. ¿Quedarían muchos políticos libres de tal aplicación?

Han dividido a nuestra Patria en un reino de banderías en las que cada presidente autonómica campa a sus anchas ante cuyas tropelías el Gobierno Central, no puede, no quiere o no es capaz de hacer cumplir la ley. Se habla de un federalismo, de que España podría configurarse como una confederación de estados al igual que los Estados Unidos, los landers alemanes o los cantones suizos.

Estos políticos miopes y cortos de miras no tienen en cuenta que nuestra Patria no se parece ni por asomo a las anteriormente citadas.

España se unió hace más de quinientos años. Ortega decía: “La federación puede y debe ser fórmula para unir lo que no está unido, no para articular lo que tiene ya siglos de unión”

Ortega, el defensor a machamartillo de la República y desengañado tras el advenimiento de ésta.

Que estamos en una dictadura democrática, pensamos que a nadie le queda duda de ello. Nos vemos subyugados por las férulas de diecisiete pequeños reyezuelos que están asfixiando al país imponiendo cada uno sus mandatos sobre los ciudadanos. Hay diecisiete formas de entender la educación, la sanidad, el derecho al trabajo y a la vivienda. Diecisiete formas distintas de recaudación de impuestos, si contamos con la del estado central dieciocho.

¿Cabe mayor desbarajuste?

Hay tiranuelos o partidos políticos que se han perpetuado en el poder más de treinta años seguidos. Lo más parecido a una dictadura. ¿Señalamos alguno? Mejor es que no.

Esta es la sensación del pueblo, que estamos sometidos a una especie de dictadura democrática en la que se celebran elecciones cada cuatro años, o cuando al responsable político le viene bien, según los intereses de su partido, y en la que sólo se cambia de signo político con poco o nulo beneficio para el pueblo que, según la democracia, es el depositario del poder.







Manuel Villegas Ruiz

Publicado en el Diario CÓROBA el 3-1-2013, con la firma del Grupo de Opinión Campus Veritatis