19/6/12

EN TORNO A LA FECHA DE CONSTRUCCIÓN DE LA ESTATUA DE SAN. RAFAEL DEL CAMPO DE SAN ANTÓN

Enrique Redel en su documentadísima e inestimable obra para los cordobeses “San Rafael de Córdoba” nos habla del monumento consagrado a nuestro Santo Custodio ubicado en el Campo de San Antón .
Manifiesta que, aunque todos los autores que se refieren a este monumento están de acuerdo en que fue erigido en 1747, no quedó construido hasta el año 1748, según se desprende de las Actas del Ayuntamiento cordobés, y para ello arguye que en el cabildo del 28 de marzo del referido año, D. Martín González de Guiral expuso al Cabildo municipal que, ya que habían sobrado ciertos dineros obtenidos de unas funciones de toros llevadas a cabo en septiembre de 1747 para recabar fondos y construir la fuente de San Antón, con esta demasía se había construido y ya estaba concluido un triunfo de San Rafael situado en el mismo Campo de San Antón, y también dice que, si se había elaborado en dicho año, el Sr. Guiral no iba a ponerlo en conocimiento del Cabildo municipal tres o cuatro meses después.
Muestra el referido autor su reticencia a admitir que el monumento ya estaba erigido, y dice que el antedicho señor de Guiral no tardaría tanto tiempo en comunicarlo al Cabildo, si ya estaba concluido en el año 1747. Continúa con una serie de disquisiciones sobre el mismo tema y dice que si el pago no fue anticipado, pudo ser construido en el mencionado año y concluye manifestando que no es de tanta importancia fijar de forma indiscutible el año de su elaboración pero que, puede afirmar que se llevó a cabo en los últimos meses de 1747 o en los primeros de 1748.
En el Archivo Histórico Municipal de Córdoba he encontrado un documento fechado el 25 de enero de 1747 que es un contrato ológrafo suscrito por el maestro de dorador Pedro Blázquez y el caballero veinticuatro del Cabildo municipal cordobés que a continuación reproduzco con la ortografía propia de la época:

CONTRATO PARA DORAR Y PINTAR LA ESTATUA DE SAN RAFAEL SITA EN EL CAMPO DE SAN ANTÓN

Digo yo Pedro Blázquez maestro de dorador que por este me obligo a dorar y pintar la estatua del Santo Arcángel San Rafael que está puesta en el triunfo sito en el Campo de San Antón de esta ciudad cuya maniobra a de ser del modo siguiente es a saber toda la estatua de oro de lisa. Las alas por la parte de los encuentros doradas descendiendo hasta el estremo de dicha ala y por lo que toca a prumas seguidas de color a esesión de los cañones que han de ser dorados y por lo que toca a el escudo donde está el juramento a de ser desde el aranque hasta el final dorado en orla y el sentar de a color azul y las letras doradas y la diadema dorada, la nube de color de su propia ymitación y el pez estañado a lisa. A todo lo referido me obligo por el prezio de trescientos reales de vellón los que se me han de dar en dos porzión de aciento y cincuenta reales cada una. La primera para empezar y la segunda cuando balla echa más de la mitad de la obra cuia obligazión ba echa a favor del señor D. Martín González de Guilar cauallero Veinte y Cuatro de esta ciudad de Córdoua y diputado de dicha obra y dicho señor se obliga a entregarme la espresada cantidad y para su abono lo firmó el dicho señor y yo el otorgante siendo testigos e sr. Don Pedro de Banega y el sr don Martín de Vera. Córdoba y enero 25 de 1748.
Firman: Martín Gonzalez de Giral y Pedro Blazquez
El contrato espresado lo aseguro y me obligo en la forma espresada a su cumplimiento y a continuación de este espresaré los recivos de los maravedíes contenidos. Y para que conste lo firmo en Cordoua en 24 de enero de 1748.
Joseph de Leal Cortés.
Recibí por quenta de la cantidad contenida en este contrato diez pesos de a quinze reales cada uno. Córdoba enero 25 de 1748.
Son 150 reales de vellón.
Lucas Cortés.

Hasta aquí el referido contrato del que podemos extraer varias consideraciones:
1ª El apellido del maestro dorador es Blázquez, como se puede leer en el mencionado documento, cuya digitalización obra en mi poder y no Vázquez como figura en el texto de Redel. Esto puede ser debido a un error de escritura del secretario del cabildo municipal o de interpretación de lo escrito.
2ª El contrato lo firman el mencionado dorador y el caballero Veinticuatro Martín González de Guiral, diputado para la dicha obra por el Cabildo Municipal. En el siglo XVI era costumbre del mencionado Cabildo que, cuando éste decidía llevar a cabo algún trabajo o gestión diputase para ello a dos caballeros veinticuatro y a un jurado que eran los responsables de culminar la misión que se les encomendase. Estamos hablando del siglo XVIII por lo que puede ser que, en esta época, fuese un solo caballero el que recibiese la encomienda de realizar algún trabajo, cosa que, casi de forma general se hace hoy.
3ª El documento está suscrito por ambos el día 24 de enero de 1748 y en él se menciona que el referido triunfo se encuentra situado en el Campo de San Antón. Es de suponer que ya totalmente terminado y dispuesto para ser dorado, ya que si no, no se comprende cómo se puede firmar un contrato de trabajo para ejecutar una obra sobre une efigie que no esté definitivamente concluida, por lo que se puede afirmar que dicha imagen tuvo que ser totalmente realizada y terminada en el año 1747, o acabada en los primeros días de 1748 y puesta en el mencionado Campo antes del 25 de enero del mencionado año.
La afirmación de Redel de que el caballero de Guiral en el mes de marzo de 1748 comunica al Cabildo municipal que ya está concluido, considero que puede referirse a la total terminación de la imagen, dorado incluido, labor llevada a cabo por Pedro Blázquez, por lo que entiendo que hay razón para concluir que el referido triunfo fue elaborado en el año 1747 y, a partir del 25 de enero de 1748, el maestro dorador realizó su trabajo, y, por ello el caballero veinticuatro comunica al Cabildo municipal en marzo que éste ya estaba efectuado.

Manuel Villegas Ruiz
Dr. en Filosofía y Letras (Gª e Hª)

SAN RAFAEL EN BOLIVIA

La idea que preocupó desde el principio del descubrimiento de América a los Reyes Católicos, especialmente a Isabel, fue que los habitantes de las tierras recién descubiertas fuesen considerados como súbditos de la Corona de Castilla y, como tales merecedores de los mismos derechos que los que habitaban bajo su dominio en las tierras peninsulares.
Desde el primer momento los pobladores de las nuevas tierras descubiertas fueron considerados por nuestros monarcas como súbditos, no esclavos, ni colonos de la Monarquía hispánica. Los primeros desvelos de nuestros reyes fueron que los indios abandonasen su estado salvaje y accediesen a la cultura hispana y a la evangelización cristiana.
La cristianización de América la llevaron a cabo componentes de distintas órdenes religiosas, entre los que destacaron de forma especial los franciscanos y los jesuitas. Éstos, en principio, se vieron frenados para acudir al Nuevo Mundo por la reticencia de Carlos I y un poco también con posterioridad por la de su hijo Felipe II. No obstante, el Papa Paulo III, encomendó los jesuitas que participasen en la conversión de los habitantes de las Américas organizando reducciones así como el descubrimiento de nuevos dominios.
En 1604, se crea la Provincia jesuítica del Paraguay.
La primera misión funda en 1609 fue al norte de Iguazú, y en 1615 existían ya ocho reducciones o poblaciones para indígenas y misioneros con un área de influencia propia. De esta manera se podrían proveer de bienes de subsistencia, para proteger a los indios de la explotación de españoles o portugueses y para adoctrinarlos católicamente, manteniendo a los nativos alejados de la sociedad colonial y las corrupciones que ésta entrañaba (también evitaban así problemas con los encomenderos y las razzias de los portugueses para capturar esclavos).
Las reducciones, como fueron llamadas estas circunscripciones de evangelización, se localizaron, especialmente, en los países que hoy conocemos como Argentina, Paraguay, Uruguay, el sur del actual Brasil, Chile, solamente hasta el año 1625 y el oriente de lo que llamamos actualmente Bolivia. Su primer Provincial fue el P. Diego de Torres, quien se hizo cargo de ella en 1607.
Es a finales del siglo XVII cuando se inician las misiones jesuíticas en territorio boliviano. La primera fue la de S. Francisco Xavier, en el año 1691, fundada por el padre José de Arce. En 1698, Felipe Suárez instituyó la misión de S. José y así hasta un total de diez, reducciones o misiones, la última de las cuales fue la del Santo Corazón. Estos asentamientos terminaron por convertirse en pueblos y por ello, tenía que haber en cada uno un representante del poder real o corregidor.
LA MISIÓN DE SAN RAFAEL DE CHIQUITOS.
Los padres Juan Bautista Zea y francisco Herbás erigieron en 1696 la de San Rafael, aunque algunas fuentes indican que fue solamente el padre Zea acompañado por un grupo de indios de distintas tribus. El lugar elegido fue a las orillas del río Guabis, pues los responsables de su establecimiento pensaron que este río era afluente del Paraguay y que por esta vía acuática podrían, navegando, conectarse con el resto de las misiones paraguayas.
Como con todas, los hijos de S. Ignacio de Loyola, buscaron un lugar propicio que tuviese agua suficiente, tierra fértil y clima saludable. Su configuración era idéntica a las restantes y estaba ordenada por una distribución común que consistía en una plaza central presidida por una cruz. La iglesia se levantaba a un lado de la misma, donde también se ubicaban los colegios y los talleres. Los tres lados restantes estaban destinados a la construcción de las viviendas de los habitantes de este pueblo, pues como tales se consideraban a las misiones. Todas las calles salían de esta plaza.
Consta documentalmente que ambos padres, en enero del año 1701 agruparon a los indígenas de S. Rafael y de Santa Rosa en un solo pueblo, que fue llamado, a partir de entonces S. Rafael. La ubicación definitiva se hizo al occidente del territorio chiquitano, con cuarenta leguas de extensión (la legua, venía a tener una longitud, según dónde se emplease, de entre 5,5 y 7 kms.).
La importancia de S. Rafael en aquella época fue muy considerable, pues era el segundo pueblo más significativo de los constituidos por los jesuitas en las Misiones de Chiquitos.
Su auge fue notable, tanto que en poco tiempo llegó a censar 1.371 habitantes Un gran incendio lo destruyó el 4 de mayo de 1719, pero dos años más tarde ya estaba completamente reconstruido y con tanta población que tuvo que dividirse y formar la nueva reducción de San Miguel.
ORGANIZACIÓN POLÍTICO ADMINISTRATIVA Y DE TRABAJO
Las características que configuraban estos asentamientos eran que todos contaban con una iglesia y Cabildo (lo que hoy conocemos como Ayuntamiento) propio que, como los cabildos de la Corona castellana, tenía total autonomía para gobernarse, siempre que en cada uno hubiese un representante del rey. Éste, tanto en Castilla, cuanto en las tierras americanas era conocido con el nombre de Corregidor, como hemos mencionado, y representaba a la Corona en el ámbito municipal, el rey lo elegía de una terna presentada por los jesuitas. Al frente del mismo, al igual que en el resto de las misiones, se encontraban dos sacerdotes de la Compañía de Jesús y el corregidor que presidía el cabildo municipal constituido por doce miembros y algunos cristianos ejemplares con responsabilidades específicas. Además de éstos había un padre jesuita que constituía parte del cabildo y todos bajo el mando del Corregidor, como he dicho.
Poseía, como en cualquier comunidad ciudadana, leyes que regulaban todo el funcionamiento de la misma. Eran un fiel reflejo de las ordenanzas municipales por las que se regían los cabildos castellanos, pero no existía la pena de muerte.
El asentamiento de S. Rafael conservaba la misma configuración que el resto de las misiones. Como en éstas, la tierra se dividía en tres partes: una la llamada tierra de Dios, normalmente la mejor y más productiva, tanto en frutos agrícolas cuanto pecuarios. La trabajaban los indios por turnos y sus beneficios se destinaban a la construcción y mantenimiento del templo, el hospital y la escuela.
La segunda porción era de propiedad comunal y lo recogido en ella se empleaba para el pago de los tributos reales. El excedente, si lo había, servía para fomentar la propia economía.
El último tercio se destinaba a propiedades particulares de los indios. Sus cosechas servían para el sustento de cada familia y los sobrantes, caso de que hubiera, se conservaban en un silo común para poder hacer frente a épocas de carestía.
Una de las características que lo jesuitas respetaban con toda pulcritud fue el sincretismo de las costumbres tradicionales con la nueva fe católica y el respeto a las instituciones indígenas, de forma que los caciques lugareños eran tenidos en gran consideración y formaban parte del gobierno municipal de la misión. Por ejemplo, las bodas entre los aborígenes, primero se celebraban por su rito tradicional y posteriormente por el católico.
Esta actitud de comprensión y tolerancia demuestra que el talante hispano hacia los pueblos indígenas fue de civilización y no de colonización. Desde el momento en el que, como ya hemos dicho, fueron considerados legalmente con los mismos derechos que el resto de los habitantes de la Corona castellana, no podían ser, vejados, maltratados ni sufrir abusos. Precisamente en 1611 se publicó una real orden de protección a las reducciones.
Otras naciones colonizadoras llegadas a las Indias tras los españoles sí los consideraron como colonos, no hubo mixtificación de razas y llegaron a considerar que el mejor indio era el indio muerto.
Los resultados de esta actitud es que en los pueblos civilizados por los hispanos, a pesar de tantas desdichas como padecieron, continúan aún las razas indígenas con sus ritos, costumbres y manifestaciones folklóricas y culturales unidas a la aculturación hispana, mientras, siento mucho decirlo, los que fueron colonizados por otros pueblos, hoy, la mayoría de ellos, vegetan en las llamadas reservas, que personalmente considero precisamente eso, una reserva en la que casi todos subsisten por las subvenciones del Estado.
Se me podrá argüir que injusticias, despotismo y hasta crímenes fueron cometidos por parte de los hispanos de la Península, pero se realizaron en contra de las leyes dictadas por nuestros gobernantes.
Muchos de los encomenderos que se extralimitaron en sus poderes fueron apresados, trasladados a la Península, juzgados y en más de un caso, condenados a muerte por los despotismos cometidos. Estos castigos se contemplaban en las ya mencionadas Leyes de Indias que, iniciadas por los RR.CC., fueron recibiendo añadidos por los monarcas sucesivos.
LABOR EDUCADORA
La misión de S. Rafael, al igual que las demás, no sólo se empleó a fondo en que los indios aprovechasen al máximo las seis horas de trabajo diarias en el desarrollo de la agricultura y la ganadería, sino que el resto del tiempo libre fue dedicado al perfeccionamiento de los mismos en los talleres en lo que se les enseñaban las artes manuales como el tejido, la orfebrería, la herrería y la carpintería.
El desideratum de los sindicatos clasistas de finales del XIX y principio del XX era conseguir que los trabajadores sólo realizasen su labor sólo durante ocho horas al día.
Si no me falla la memoria en las Leyes de Indias se dividían las veinticuatro horas de día en tres tercios de ocho horas: Uno para el descanso, otro para el trabajo y el tercero para perfeccionarse, culturizarse y convivir con la familia.
Me indigna sobremanera que advenedizos desconocedores de la Historia renieguen y maldigan la labor llevada a cabo por la mayoría de nuestros civilizadores.
Los jesuitas dedicaron una especial atención en todas las reducciones a que los habitantes de ellas, sin excepción, dominasen la lectura y la escritura, de forma que la asistencia a la escuela era obligatoria para todos los niños.
Es muy significativa esta preocupación civilizadora en las tierras del Nuevo mundo, en una época en la que una buena cantidad de los habitantes de Europa era analfabeta.
Creo que no merece discusión que la primera universidad en las recién descubiertas tierras fue la fundada por la Orden de Predicadores en Santo Domingo en el año 1538, es decir, cuarenta y seis años después del descubrimiento.
Sería interesante hacer un catálogo de las universidades que entonces existían en la “civilizada” Europa.
De la mima manera los discípulos de S. Ignacio les inculcaban el progreso de su mente y espíritu, pues eran adiestrados en el conocimiento y perfeccionamiento de las bellas artes, como la pintura, escultura y música. Ésta, dado el momento histórico, era de un corte renacentista y barroco que aún podemos disfrutar escuchando las múltiples partituras que en todas las reducciones se produjeron. Los instrumentos que utilizaban para la expresión musical de las composiciones también los fabricaban los mismos indios.
Lo que los jesuitas pretendieron lograr y en parte lo consiguieron, no sólo en la misión de S. Rafael sino también en las restantes, fue la instauración de una república poblada totalmente por indígenas en la que poner en práctica las teorías de los filósofos del siglo XVI y demostrar así que el ser humano, bueno por naturaleza, era capaz de convivir pacíficamente con sus semejantes en total armonía de cuerpo y espíritu. Cosa que podemos decir que consiguieron ampliamente, dado que en 1745, convivían apaciblemente en esta misión, etnias tan dispares, como los Taos, Veripones, Quidagones, Basoros, Batatis y Curucanes que llegaban a sumar una población total de 2.293 habitantes, al frente de la cual se encontraba el padre Juan Swirt.
LA IGLESIA
No existen fuentes documentales que nos puedan confirmar con certeza la construcción de su primer magnífico templo. Éste estaba bellamente decorado con hermosos labrados, imágenes y ricos tapices sobre la Pasión de Cristo provenientes de la Escuela Cuzqueña.
Parece ser que este primitivo santuario fue destruido por un incendio y que en el año 1745 ya se encontraba en ruinas, por lo que en 1747 el padre suizo Martín Schmid (que fue músico y, podemos decir, el máximo responsable del barroco en las reducciones, tanto en la música cuanto en la arquitectura, ya que también era arquitecto) se hizo responsable de la erección del nuevo templo en la misión de S. Rafael, como también llevó a cabo la reconstrucción o reparación de otras iglesias de las misiones, casi todas de similares características en su construcción.
Su estilo arquitectónico era, no podría ser otro dada la época, el barroco, pero adobado e implementado con motivos indígenas, lo que hizo que sus edificios fuesen conocidos como de estilo barroco mestizo. El padre Martín Schmid procuró utilizar abundantemente el material autóctono como la madera, que empleó profusamente en la fabricación de columnas talladas de diversas formas, en las que se incluían los motivos indígenas, en el mobiliario, púlpitos, cajonerías y todos los enseres que se podían construir con este material.
Los indios, como hemos dicho más arriba, asistían a lo talleres de las reducciones, en los que lograron una rara perfección, tanto en la carpintería, cuanto en la imaginería, por lo que las imágenes que adornaban los templos, ya en éste de S. Rafael, ya en los que se construyeron bajo su dirección, estaban confeccionadas por los naturales de las reducciones que, como es lógico, dejaban su impronta y las peculiaridades propias del lugar plasmadas en ellas.
Los altares y retablos estaban rica y primorosamente decorados con oro que, como es sabido, se encontraba con cierta abundancia en aquellas regiones.
CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DEL TEMPLO DE S. RAFAEL
Estaba formado por dos hileras de ocho columnas de madera que hacían que la planta de estructura basilical quedase dividida en tres naves.
Para ello se habían talado árboles gruesos y de considerable altura que los naturales, bien dirigidos por el padre Martín Schmid habían tallado con hechura salomónica.
Magníficas pilastras con sus basas, capiteles y cornisas confeccionado todo con ladrillo crudo y embellecido con pinturas de vivos y atractivos colores sobresalían de las altas paredes.
El suelo estaba enladrillado y el techo cubierto de tejas, ambos materiales cocidos en los hornos da la misión. El mismo material se utilizaba para el colegio y la casa del pueblo.
El altar mayor estaba conformado por columnas de ladrillo pintadas. El sagrario era dorado y tenía un nicho para el santo patrono.
El nuevo templo contó con un órgano nuevo más grande que el que había en la anterior iglesia y que había sido construido ex profeso para éste.
La decoración primorosamente cuidada comenzaba en las claraboyas con sus vidrieras y continuaba en las rejas del templo artísticamente torneadas en madera.
El púlpito era de madera y carecía de cualquier tipo de talla. Había además en la iglesia nueve cuadros y veintidós ángeles de bulto de medio cuerpo.
La iglesia o basílica, de S. Rafael tenía una característica que la diferenciaba del resto de los otros templos: todos los balaustres poseían adosadas hojas de mica plateada y brillante que provocan la ilusión de una luz oscilante que reflejaban la luminosidad como espejos de plata.
Su interior, totalmente pintado de color café claro proporcionaba a la luz entrante una claridad que iluminaba el templo de forma particular.
Contaba con una imagen de S. Rafael que se encontraba delante de una de las columnas salomónicas, dotado de las características que lo distinguen: el báculo de caminante y el pez del que extrajo las entrañas para curar al padre de Tobías.
SAN RAFAEL EN LA ACTUALIDAD
El templo fue restaurado en 1972 por el arquitecto Hans Roth, gracias a las gestiones de Monseñor C. Rossemhamer, por el interés y las peticiones de los familiares del padre Schmid y financiado por los católicos de Austria y el Gobierno Suizo.
En 1990 fue declarado Monumento Nacional por el Gobierno de Bolivia y patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, junto con el resto de las misiones del territorio de Chiquitos.
Es un próspero pueblo de Bolivia incluido, junto con S. Francisco Javier, Concepción, Santa Ana, S. Miguel y S. José dentro de la ruta turística de las misiones del anterior territorio de Chiquitos que las autoridades bolivianas y organizaciones sin fines de lucro promueven en toda la zona por medio del Festival de Música Renacentista y Barroca de Chiquitos.

Manuel Villegas Ruiz
Dr. En Filosofía y Letras (Gª e Hª)

SAN RAFAEL EN CALIFORNIA

Antecedentes
Los primeros conquistadores españoles que comenzaron a adentrarse en lo que hoy conocemos como el estado de California iniciaron sus avances allá por el año 1542. Iban comandados por Juan Rodríguez Cabrillo, a quien Pedro de Alvarado le encomendó, junto con el apoyo de D. Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España, la misión de explorar, entre otros territorios, lo que hoy conocemos como California.
La expedición estaba compuesta por el mencionado Cabrillo, la tripulación de los barco, soldados, cierto número de indios, un sacerdote y alimentos suficientes para dos años, así como animales y mercancías, es decir una pequeña flota de conquista, cuyo barco capitán, San Salvador, había sido construido por el mismo Cabrillo.
Tuvieron éxito en su gestión y, para no ser demasiado prolijo, diré que reconocieron y se asentaron en lo que hoy, con pocas variaciones, conocemos como California.
Durante casi doscientos esta nueva región careció de un asentamiento firme y duradero de misioneros. Fue en el año 1769, cuando el franciscano fray Junípero Serra fundó la primera misión en San Diego y durante la segunda mitad del siglo los españoles fueron extendiéndose a lo largo de la costa de California.
A lo largo de todo este territorio se fue construyendo una cadena de misiones católicas, que estaban apoyadas por la Corona española. Allá por el año 1817, cercanas a la bahía de S. Francisco, se hallaban firmemente asentadas las misiones franciscanas de Dolores y S. Francisco.
Fundación de la Misión de S. Rafael Arcángel
Por su situación geográfica, ambas sufrían las consecuencias del clima local, húmedo y neblinoso que repercutía perniciosamente en la salud de los indios que poblaban las referidas misiones y que habían sido contagiados por las enfermedades aportadas por los blancos ya que su sistema inmunológico no tenía defensas para combatirlas.
El padre Prefecto de la misión de Dolores, fray Vicente Francisco Sarriá había recibido la propuesta de la erección de un sanatorio, algo más al norte, lugar en el que el clima y la situación geográfica era más benigno y menos perjudicial para la población.
Su primitiva reacción fue contraria a tal creación pues estaba temeroso de que las costumbres paganas e idolátricas de los indios que poblaban las inmediaciones de la zona propuesta pudiesen contaminar la todavía poco recia fe de los incolas de su misión. Inesperadamente se encontró con una ayuda imprevista que le hizo decidirse por llevar a cabo la propuesta hecha en su día.
El padre Luís Gil que poseía ciertos conocimientos médicos le participó que estaba dispuesto a hacerse cargo del nuevo asentamiento y velar por la salud tanto corporal, cuanto espiritual de los que constituyesen el núcleo primitivo del nuevo establecimiento. Este ofrecimiento fue decisivo ante la actitud dubitativa del padre Sarriá que accedió a la fundación ante el compromiso del padre Gil.
De esta manera se puso en marcha el establecimiento de la “Misión del Gloriosísimo Príncipe San Rafael Arcángel”.o simplemente la Misión de S. Rafael Arcángel.
Ésta fue la vigésima de las fundaciones en California y, como hemos dicho antes, constituía un apoyo a la de Dolores. Su institución fue llevada a cabo el día 14 de diciembre del año 1817 (hay otros datos que aseguran que fue el 14 de febrero de 1822).
Para la constitución de la misma, que estaría dotada de un hospital, se desplazaron al lugar más de 200 indios y varios frailes franciscanos, que se encargaron de formalizar el asentamiento e instituir los primeros cimientos de lo que sería con el tiempo la próspera misión mencionada.
Como caso curioso el nuevo asentamiento se hallaba a un día de viaje en burro de la misión de S. Francisco.
Una de las razones para la fundación de la misma era, como hemos dicho, reponer la maltrecha salud de los indios de la misión de Dolores. Por ello qué mejor nombre ponerle que Misión S. Rafael, cuyo significado es “Medicina de Dios.”
Como una de sus funciones era la antedicha, también se le denominó como Asistencia S. Rafael.
Su apariencia externa era bastante simple y sencilla. Impresionaba menos que la de la misión “madre”. Simplemente era un edificio sin pretensiones de 40 por 90 pies de planta, dividido, como de modo casual en una serie de habitaciones que se empleaban como hospital, capilla, almacén y monasterio.
Desde el principio de su creación, su prosperidad fue en constante aumento. Se organizaron una granja y un rancho de gran actividad en la frontera norte de Nueva España. Sus construcciones eran sencillas pero confortables. Los indios se dedicaban a cuidar sus huertos tierras de cultivo y rebaños de ganado.
Esta forma de agrupar a los indios en poblados distintos a aquellos en los que vivían los españoles se conocía con el nombre de reducciones. Desde los comienzos de la conquista la Corona de España había concebido la idea de agrupar a los naturales de las nuevas tierras en poblaciones en las que sólo vivieran ellos a fin de que no anduvieran dispersos. Se pretendía que, aparte de la mayor facilidad para su evangelización, cuidado de las tierras, y pago de tributos, siguiesen conservando sus costumbres, además de recibir la aculturación castellana.
En las instrucciones comunicadas por los monarcas a la segunda Audiencia de Nueva España, en 1531, se exponen, sin lugar a equívocos, las disposiciones de cómo se han de constituir éstas: Cada reducción ha de contar con una iglesia regida por un cura doctrinero, con el fin de instruir en la religión católica a los aborígenes (los Papas habían sido muy explícitos con los monarcas españoles respecto al adoctrinamiento de los indígenas). El mantenimiento del sacerdote debería subvenirse con parte de los tributos que los indios deberían de pagar. Vivían en comunidad, por lo que todos los bienes de la reducción, incluso las tierras pertenecían al total común de sus habitantes, lo que evitaba la posibilidad de la enajenación.
Las órdenes religiosas que más se distinguieron en la creación de reducciones fueron los franciscanos y los jesuitas. Las de esto últimos lograron un excelente desarrollo y fueron modelos de organización, pujanza económica y bienestar de sus habitantes. Se puede decir que las que mayor esplendor alcanzaron fueron las del Paraguay.
Desvinculación de la misión de Dolores
La prosperidad del nuevo establecimiento fue tal que, siendo una extensión unida por vínculo jerárquico a la misión de Dolores, esta pujante importancia que, día a día, iba adquiriendo concluyó con que el 19 de octubre de 1822 cortó su cordón umbilical con Dolores y fue reconocida de forma institucional como misión independiente. El núcleo de población indígena alcanzaba por aquel entonces los mil neófitos o indios bautizados. El padre Amorós la administró desde 1817 a 1832. Era un hombre de enérgica voluntad que impuso disciplina y laboriosa actividad en todo el establecimiento. Mandó roturar nuevos campos y creó una floreciente explotación ganadera. El trigo, importado de España, se cultivaba profusamente, además de los cereales autóctonos. Uno de los productos que más fama dieron a la explotación agrícola fueron sus excelentes peras.
Durante su gobierno logró que se convirtieran 1.837 indios. Dotó al asentamiento de más de 6.000 cabezas de ganado, entre las que se encontraban 400 magníficos caballos. Como caso anecdótico, todavía perdura el reloj de agua que mandó confeccionar y que siguió funcionando muchos años después de su fallecimiento.
Tiempos aciagos para S. Rafael
El conocido como “Grito de Dolores” fue la chispa que encendió el polvorín de la guerra por la independencia mexicana. El 16 de septiembre de 1810, al clarear el alba de dicho día, el cura Miguel Hidalgo y Costilla, junto con Ignacio Allende y Juan de Aldama, tañe la hoy famosa Campana de Dolores que se encontraba en el campanario oriental de la iglesia parroquial de la población de Dolores (hoy pertenece al estado de Guanajuato y se la denomina como Dolores Hidalgo, en recuerdo del cura levantisco). El repicar de la campana despertó a la población que acudió a la parroquia inquiriendo qué ocurría.
Una vez congregada la población frente a la iglesia, el cura Hidalgo pronuncia un emotivo y explosivo sermón, al final del cual grita: ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Abajo el mal gobierno!, ¡Viva Fernando VII!
No voy a narrar aquí los avatares de la independencia Mexicana que se llegó a obtener en el año 1821.
Desde esta fecha hasta 1833, la misión siguió gestionada por la Iglesia Católica. En este punto histórico fue secularizada y pasó a ser administrada por la férula del estado mejicano, pero las nuevas autoridades no fueron capaces de prestar a las misiones la misma ayuda que habían recibido de la metrópolis durante la época colonial, por lo que, ante su incapacidad de mantenerlas bajo su dominio con una eficaz dirección, optaron por deshacerse de ellas con la postura más cómoda y a la vez lucrativa, es decir ponerlas en venta.
En primer lugar se las ofrecieron a los indios que en ellas vivían, quienes no pudieron adquirirlas por falta del dinero suficiente para su compra. No le quedó a los gobernantes otro remedio que dividirlas en ranchos y así, en porciones más pequeñas, fueron adquiridas por mejicanos blancos.
La de S. Rafael fue la primera en ser secularizada. Cosa que ocurrió en 1834 año en la adquirió el general Mariano Vallejo que era secretario del gobernador español de California y opuesto a la independencia de México. Vallejo, también incapaz de regirla con una buena gobernación, trasladó el ganado de ésta a las fincas de su propiedad, así como los útiles se labranza y hasta los árboles. Su asentamiento fue abandonado en 1844 y los edificios vendidos en 1846.
Nuevo cambio de propietario
Por el tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado entre México y los Estados Unidos en 1848, cuando finalizó la Guerra de Intervención Estadounidense, se llegó a un acuerdo entre ambos por el cual México cedería prácticamente la mitad de su territorio y que hoy comprende los estados de California, Arizona, Nevada, y Utah, parte de Colorado, Nuevo México y Wyoming.
La misión, por tanto, pasa a depender de los Estados Unidos, aunque en esta época sólo quedan ruinas de ella. Un solitario peral es el único recuerdo vivo de los antiguos tiempos de esplendor.
Ave fénix que resurge
No duró mucho tiempo esta incuria y abandono. En el año 1847, antes de que pasase a ser territorio estadounidense, un sacerdote con ganas de trabajar y un propósito muy concreto: hacer resurgir la antigua misión, se instala en los terrenos de S. Rafael. Su celo es tal que en 1861 se llega a construir una nueva parroquia, bajo la advocación de S. Rafael en esta misma zona.
En 1863 la Iglesia católica recupera las antiguas misiones por concesión especial de Abraham Lincoln. Desde entonces hasta estos días la situación no ha variado, es decir, siguen regentadas por los católicos.
La antigua capilla de S. Rafael vuelve a revivir con la construcción de una réplica suya llevada a cabo en 1949. Esto fue posible porque, al faltar documentos escritos, se acudió a los ancianos que conservaban en su memoria los recuerdos transmitidos por sus antepasados. Hoy sigue activa atendiendo a sus feligreses entre los que se cuenta una parte importante de vietnamitas y brasileños.
El territorio de la misión fue el germen de la actual ciudad californiana de S. Rafael. Es una próspera localidad con más de 55.000 habitantes de los cuales el 43% son hispanos.
Como dato curioso es interesante saber que se hizo famosa gracias al director cinematográfico George Lucas, que la utilizó como escenario de alguna de sus películas.
Comentario
Considero que la historia de esta misión es muy interesante pero, por desgracia, desconocida en buena medida por los españoles, ya que no poseemos fuentes escritas en nuestro idioma y, aunque los franciscanos eran muy meticulosos y dejaban constancia por escrito de todos los hechos importantes, (lo se por experiencia ya que estoy traduciendo del latín al castellano las crónicas de los conventos franciscanos descalzos de la Provincia de S. Pedro de Alcántara) no olvidemos que en 1846 la Revolución de la Bandera del Oso sacudió hasta sus cimientos el tranquilo S. Rafael ya que fue capturado por el general estadounidense John C. Fremont que la utilizó como cuartel, dedicando la capilla a establo. Ya podemos hacernos una idea de en qué emplearían los soldados aquellos escritos que encontrasen.
Podemos considerar este asentamiento como un prototipo de los muchos que llevaron a cabo las órdenes religiosas en las tierras conquistadas en ambas Américas y como una síntesis de una historia mayor: la de grandes naciones y del cambio de mentalidades, de forma de producción, de aprovechamiento de los beneficios y de relaciones entre pueblos.
La primera fase de S. Rafael, hasta la secularización en 1833, es de prosperidad, constante expansión y bienestar de los nativos. Es, como hemos dicho, uno de los muchos núcleos evangelizadores que las órdenes religiosas fundaron, administraron e hicieron prosperar. Podemos decir que la economía, la bonanza económica y el bienestar de los asentados van de la mano de la evangelización católica.
El periodo segundo, (para mí desastroso) al conseguir los mexicanos la independencia y hacerse cargo de todas las misiones, es de decadencia, incuria, falta de la debida dirección y ruina total de las misiones, lo que podemos extrapolar a las distintas nuevas naciones que se independizaron de la Corona española. Los nuevos estados, desligados de la metrópolis, no tienen medios y desconocen o no quieren poner en práctica la organización que han llevado a cabo las órdenes religiosas. En sus manos estaba el poder continuar con la práctica efectuada durante siglos por los evangelizadores que habían puesto en ejecución las directrices marcadas por los reyes de España, pero no quisieron o no pusieron voluntad en ello.
La solución más fácil, más retributiva y menos onerosa para sus dirigentes, es incautarse de los bienes y sacarlos a la venta de la que se aprovechan los poseedores de fortunas suficientes para hacerlo. Pero éstos tampoco son capaces de administrar debidamente las nuevas posiciones adquiridas y, como en el caso de S. Rafael, terminan trasladando a sus posesiones todas las riquezas de las que los asentamientos gozaban y dejan que éstos vayan deteriorándose y arruinándose poco a poco, destruyendo un foco de cultura, prosperidad y bienestar de sus habitantes que al final tienen que optar por abandonar el lugar.
La tercera fase de las misiones enclavadas en parte de lo que hoy son los Estados Unidos es que sus gobernantes, posiblemente influidos por la doctrina calvinista (lo apunto como hipótesis) ven en ellas la posibilidad de un renacimiento de comercio, bienestar y potencial foco de riqueza. Tanto es así que, sobre su primigenio asentamiento se crean ciudades prósperas que ayudan a engrandecer a la nueva confederación de estados de América del Norte. Pero ya no es la Iglesia católica, ni sus misioneros los que rigen estos nuevos asentamientos. Los religiosos han quedado relegados a cumplir estrictamente con sus funciones espirituales y dirección religiosa de los nuevos multirraciales habitantes del lugar que harán prosperar a la reciente ciudad-misión, no por la vía de la fe y espiritualidad, sino por algo más pragmático: el comercio, la cultura y los lugares de ocio y entretenimiento.

Manuel Villegas Ruiz
Dr. en Filosofía y Letras (Gª e Hª)